Contrapunto
La crisis económica ha puesto al ralentí el mercado del motor. En España, en los cinco primeros meses de este año, la venta de automóviles bajó un 31% respecto al mismo periodo del año anterior. Los fabricantes y distribuidores se echan las manos a la cabeza. Pero estas malas noticias para el sector del automóvil ¿no pueden ser un preludio de buenas noticias para el medio ambiente, la salud o el transporte? Pues el aumento del parque automovilístico no equivale necesariamente a una mejora del bienestar global. En el debe del uso y abuso del automóvil hay que poner el aumento de la contaminación acústica y atmosférica en las ciudades, los atascos, el despilfarro de energía, los accidentes de circulación (5.088 muertos y 2.959 heridos graves el pasado año). Si se tienen en cuenta todos los factores, quizá un descenso de la venta de automóviles puede ser hasta beneficioso para el bienestar nacional.
Es cierto que la seguridad en la circulación no depende sólo del número de vehículos sino también del estado de las carreteras, de una mejor concepción de los automóviles, de los límites de velocidad y del respeto a las normas de tráfico. Pero una mayor utilización del transporte público reduciría buena parte de esos riesgos. Y si la crisis se notara en un descenso del consumo de bebidas alcohólicas, es probable que también saldría ganando la seguridad en la carretera. Hemos llegado a un punto en que no necesitamos más automóviles, sino automóviles más seguros, más limpios, más económicos, para utilizarlos allí donde ofrecen más ventajas que el transporte público. Si la crisis económica sirviera para reconsiderar nuestras pautas de consumo, ayudaría a superar otras crisis que nunca nos decidimos a afrontar.
Ignacio Aréchaga