Desciende la pena de muerte en EE.UU.

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Las condenas a la pena de muerte y su aplicación siguen descendiendo en Estados Unidos. Según el informe anual del Ministerio de Justicia, en 2004 fueron ejecutadas 59 personas, contra 65 en 2003 y 71 en 2002. En 2005, se espera que sean unas cincuenta.

También los tribunales dictaron menos sentencias de muerte. En 2004, se pronunciaron 125 penas capitales, lo que supone el número más bajo desde 1976. El recurso a la prueba del ADN ha permitido corregir errores judiciales: en 2004, seis condenados a muerte fueron declarados inocentes.

Casi todos los Estados han aprobado penas que han de cumplirse íntegras, susceptibles de sustituir a la pena de muerte. Lo preocupante es que el número de encarcelados no deja de crecer, pues son ya más de 2,1 millones.

Por su parte, los obispos católicos estadounidenses aprobaron por 237 votos contra 4 una declaración en la que afirman que Estados Unidos no puede «enseñar que matar está mal, matando a quienes matan».

«El recurso a la pena de muerte debe ser abandonado, no sólo por lo que hace a quienes son ejecutados, sino por lo que hace a toda la sociedad», dicen. Los obispos aseguran que esta pena es un signo de la «cultura de la muerte» en la sociedad estadounidense y que recurrir a esta pena contribuye a alimentar un ciclo de violencia que puede ser roto. Cuando el Estado «acaba con una vida humana, a pesar de tener alternativas no letales, sugiere que la sociedad sólo puede superar la violencia con violencia».

La declaración se hace eco de las palabras del Papa Juan Pablo II en su encíclica «Evangelium vitae», donde dice que el castigo del ofensor no debería llegar al extremo de su ejecución, ya que, como resultado de los progresos en el sistema penal la sociedad actual tiene otros medios de defenderse.

La declaración de los obispos norteamericanos reconoce también que se debe hacer más para ayudar a las víctimas de la violencia. «Sin embargo, estar al lado de las familias de las víctimas no nos empuja a apoyar el recurso a la pena de muerte. Ninguna medida, ni siquiera una ejecución, podrá devolver a un ser querido o curar sus heridas», afirman los obispos.

Esta declaración se inscribe dentro de una amplia campaña católica para acabar con la pena de muerte, lanzada el pasado marzo (ver Aceprensa 38/05), que cuenta con una página en Internet (www.ccedp.org).

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