Por tercer año consecutivo ha descendido en Estados Unidos la tasa de criminalidad, según el último informe del FBI. Pero ha aumentado entre los menores de 18 años.
La tasa de delincuencia (violenta o no) descendió un 1% entre la primera mitad de 1994 y el primer semestre de 1995 (en todo el año 1994 descendió un 2%). Mucho más ha disminuido la proporción de los delitos graves. Por ejemplo, el descenso relativo de asesinatos (-12%) ha sido el mayor de las últimas tres décadas; y los robos han descendido un 10%. En el mismo periodo, la disminución del total de crímenes violentos fue del 5%. (De 1990 a 1994 disminuyeron un 7,7%.)
La bajada del número de homicidios resulta más significativa en las ciudades que tienen más de un millón de habitantes (-17%). Esto contrasta con el aumento de la violencia en muchas ciudades pequeñas. Algunos criminólogos explican la mayor calma de las grandes urbes por la bajada del consumo de crack, el descenso de población juvenil y la creciente población carcelaria (se ha triplicado respecto a 1980), así como por la mayor presencia policial en estas ciudades.
Pese a la reducción general de la violencia, los norteamericanos jóvenes siguen siendo una excepción. Desde 1989, los homicidios con armas de fuego realizados por menores de 18 años han aumentado un 143%. Una investigación del Ministerio de Justicia, publicada el pasado septiembre, predice que, de continuar así, en el 2010 se habrán duplicado los arrestos de jóvenes de 10 a 17 años.
Muchos crímenes están relacionados con el consumo de droga. A este respecto, una investigación de la Universidad de Michigan -realizada entre 50.000 jóvenes- señala que el 21% de los adolescentes de 13 años y el 33% de los de 15 años habían consumido droga durante el año precedente; uno de cada tres alumnos del curso previo a la universidad reconoció haber probado varios tipos de droga, y uno de cada veinte haber recurrido diariamente a la marihuana.
Otro agravante de la criminalidad juvenil es la cantidad de armas de fuego que se manejan. Según un sondeo realizado entre 2.000 jóvenes -que fue encargado por varias asociaciones de prevención de la criminalidad infantil-, en las zonas residenciales de clase media, uno de cada ocho jóvenes llevan un arma para «protegerse»; y, en los barrios más pobres, la portan habitualmente encima dos de cada cinco jóvenes.
El mismo sondeo indica que el miedo a la violencia ha provocado cambios de colegio o en el modo de vida del 46% de los adolescentes norteamericanos. Según el Ministerio de Justicia, los adolescentes de 12 a 15 años son víctimas de actos violentos en mayor medida que cualquier otro grupo de edad.