Cuando se habla del uso de drogas estimulantes entre los deportistas, se suele pensar en los atletas de alta competición, del tipo Ben Johnson y compañía. Pero esta práctica está mucho más extendida de lo que parece. La Organización Mundial de la Salud acaba de publicar su primer informe dedicado íntegramente a este asunto, y concluye que el recurso a las drogas va en aumento entre un público que desborda el marco de los superatletas.
Las pruebas son cada vez más concluyentes. Un estudio realizado en Australia entre 1979 y 1982 reveló que un 5,4% de una muestra de 4.064 deportistas había utilizado esteroides anabolizantes o drogas estimulantes en los últimos doce meses. Según otro estudio realizado en 1988 en Estados Unidos entre 3.403 estudiantes varones de enseñanza secundaria, los que habían utilizado esteroides alguna vez eran el 6%. Lo más curioso es que, de ese 6%, un tercio ni tan siquiera participaban en competiciones escolares. Es el culto del músculo por el músculo. Con el consiguiente riesgo, ya que los efectos secundarios de los esteroides son más dañinos en los adolescentes que aún no han completado su desarrollo físico y psicológico.
Otro peligro adicional es el riesgo de infección por el VIH. En el curso de un programa de intercambio de jeringuillas llevado a cabo en Gales en 1990-91, se descubrió con sorpresa que cerca de un tercio de los participantes en el programa utilizaban esteroides.
Para la OMS, se trata ya de un «serio problema de salud pública». Hans Emblad, director del programa de lucha contra las toxicomanías de la OMS, afirma que «cada vez es más claro que el dopaje no se circunscribe a los atletas olímpicos. Cada vez son más numerosos los atletas aficionados, incluidos los adolescentes, que recurren a drogas nocivas, en total contradicción con lo que debe ser el espíritu deportivo».
Esta demanda cada vez mayor va unida al desarrollo de un mercado negro de estas drogas. Según el citado informe, buena parte de los consumidores de esteroides declaran haberlos conseguido de modo clandestino, a través de entrenadores, atletas u otros proveedores. Se ha creado así un nuevo filón para otro tipo de narcotráfico, que ya no promete paraísos sino músculos artificiales y triunfos deportivos a cualquier precio. Lo cual revela también un riesgo que no suelen tener en cuenta los que propugnan la legalización de las drogas como medio para erradicar el narcotráfico. Esta medida contribuiría a que aumentara el consumo de las drogas legales. Pero, en cambio, no aseguraría que desaparecieran los narcotraficantes. Pues éstos siempre podrían desplazar su negocio hacia las drogas que continuaran siendo ilegales. Y si antes se dedicaban a la heroína o cocaína, bien podrían ahora reconvertir su producción para traficar con esteroides.
El informe de la OMS subraya que a medida que el deporte es una actividad cada vez más organizada y comercial, la voluntad de ganar a toda costa favorece la tendencia a recurrir a estimulantes artificiales. Y aunque haya más severidad en los controles anti-dopaje, es preciso cuidar también otras medidas de prevención y de educación. En suma, hay que elevar el listón ético para que los triunfos deportivos sean fruto del esfuerzo y de la habilidad, y no de la trampa.
Juan Domínguez