Las familias pobres necesitan ayuda, pero también se les debe exigir que cumplan con sus responsabilidades. Este es el criterio básico de los programas de subsidios condicionados que se están poniendo en práctica en varios países latinoamericanos. Como condición para recibir el subsidio, las familias se comprometen a cumplir ciertos deberes, como vacunar a sus hijos, mantenerlos en la escuela y pasar revisiones médicas.
Según «The Economist» (17-9-05), los subsidios condicionados presentan varias ventajas respecto a otras formas de combatir la pobreza como las pensiones públicas, los seguros sociales o los subsidios indiscriminados. En primer lugar, los beneficiarios directos de las ayudas son siempre los pobres, ya que existen criterios objetivos de asignación que hacen difícil el «clientelismo» político. En segundo lugar, alivian la situación de las familias necesitadas pero sin crear situaciones de dependencia. En efecto, las cantidades son lo suficientemente altas para que se note la diferencia (entre 30 y 60 dólares al mes, dependiendo del país), pero también lo suficientemente bajas para no desincentivar la búsqueda de empleo. En tercer lugar, ofrecen más oportunidades a los niños para salir del ciclo de la pobreza. Por último, el coste fiscal es más reducido.
El primer programa de estas características, «Bolsa Familia», se implantó en Brasil en 2003. Actualmente se benefician 7, 5 millones de familias (30 millones de personas); el objetivo para final de año es llegar a los 11,5 millones de familias, lo que supone un cuarto de la población. Cada familia beneficiaria recibe del gobierno federal 95 reales (41 dólares), pero luego los distintos Estados y distritos pueden aumentar -como de hecho hacen- esta cantidad. A cambio, los padres deben vacunar a sus hijos, llevarles a revisión médica y escolarizarlos.
En México, 5 millones de familias se benefician del programa «Oportunidades». Los pagos se realizan cada dos meses y la cantidad se entrega a las madres para que sean ellas quienes la administren. La parte más reducida del subsidio (unos 10 dólares mensuales) se ha de destinar a la comida, y el resto a la escuela de los hijos (libros, transporte…). Si los hijos faltan al 15 % de las clases, o repiten dos veces el mismo curso, las ayudas se suspenden. Además, los padres tienen que llevarles con regularidad a una revisión médica. Gracias a este programa, el índice de absentismo escolar ha descendido un 5% en el caso de los niños, y un 8% en el de las niñas. La salud de los beneficiarios también ha mejorado considerablemente.
A mediados de septiembre, Perú introdujo el programa «Juntos» en el distrito de Chuschi. Para final de año, se quiere aplicar el programa en otros 60 distritos y llegar así a 98.000 familias (400.000 habitantes). Como en los demás programas, para disfrutar de los subsidios -de 30 dólares al mes por familia- hay que cumplir una serie de condiciones. Las familias deben tener al menos un hijo menor de 14 años y vivir en una comunidad donde falten dos necesidades básicas: agua corriente, electricidad, servicios sanitarios… Las familias beneficiarias deben escolarizar a sus hijos y garantizar que están vacunados. Además, los padres deben tener documentos oficiales de identificación; los hijos, certificados de nacimiento; y las mujeres embarazadas deben asistir a unos cursos de formación.
La idea de los subsidios condicionados se ha difundido por toda América Latina, y ahora existen programas de este tipo en Brasil, México, Perú, Colombia, Nicaragua, Argentina, Chile, Uruguay y Jamaica. A cambio de la ayuda los programas exigen tareas varias: mejorar la alimentación del hogar, llevar a los niños a la escuela, vacunación, efectuar dos controles antes y después del nacimiento, seguir cursos de alfabetización…
Para el economista César Bouillon, el éxito de estos programas está en que incentiva a los pobres a poner algo de su parte. «Los programas tradicionales para combatir la pobreza ya ofrecían medios para facilitar el acceso a la escuela o a la asistencia médica, pero no proporcionaban incentivos para acogerse a ellos. En los nuevos programas, la educación o la asistencia médica no sólo son ofrecidos, sino que son exigidos».
Según los últimos datos de la ONU, en América Latina el 43 % de la población vive en situación de pobreza y 96 millones (18,6 % de la población) en condiciones de pobreza extrema.