Berlín. El sindicato metalúrgico alemán IG Metall, que con más de dos millones y medio de afiliados es la mayor agrupación de trabajadores industriales del mundo, se encuentra sumido en una profunda crisis. El pasado 28 de junio tuvo su primer gran fracaso en cincuenta años al verse obligado a poner fin a una huelga en el este del país sin haber conseguido sus objetivos. Desde entonces, su vicepresidente Jürgen Peters, considerado el principal responsable del duro revés sufrido, se encuentra en una dura lucha de poder con el número uno del sindicato, Klaus Zwickel, de quien es el sucesor designado. Finalmente, Zwickel dimitió el 21 de julio, y la cúpula de IG Metall ha convocado para finales de agosto un congreso extraordinario (1).
Los trabajadores metalúrgicos y de la industria electrónica en el territorio de la extinta RDA mantuvieron en junio una huelga para exigir una reducción de la semana laboral de 38 a 35 horas, para igualarse con sus colegas del oeste, manteniendo el mismo sueldo. Sin embargo, la medida de presión vino en un momento poco adecuado, en el que la economía alemana está próxima a la recesión, con una tasa de desempleo que supera el 10% y en una región, el este, en la que la destrucción de puestos de trabajo es más acelerada que en el resto del país.
Con el paso del tiempo, algunos grandes fabricantes de automóviles del oeste, como Volkswagen o BMW, se vieron obligados a paralizar las líneas de ensamblaje al faltarles piezas procedentes de proveedores orientales. En vista de la situación, las empresas afectadas, que se encuentran entre los principales empleadores en el este de Alemania, amenazaron con cerrar sus fábricas. Además, la parada en las máquinas provocó también la irritación de los representantes sindicales del oeste. El canciller socialdemócrata, Gerhard Schröder, y otros miembros de su gobierno de coalición con los «verdes», pidieron que se suspendiera la huelga, algo poco común en políticos que llegaron al poder con el apoyo de los sindicatos.
El paro acabó siendo desconvocado después de cuatro semanas, y el presidente de IG Metall, Zwickel, acusó a su número dos de haber aportado a los demás dirigentes del sindicato datos falsos acerca de la planificación de la huelga. Peters, sin embargo, lo niega y se aferra al puesto. Ahora se pone en duda que pueda relevar a Zwickel el próximo otoño tal como estaba previsto.
La crisis en la cúpula de IG Metall se produce en momentos en los que la agrupación está perdiendo cada vez más afiliados -en los primeros meses del año la abandonaron 46.000 personas, más que en todo 2002- y en los que la situación que atraviesa el país está llevando a cuestionarse si la política seguida por los sindicatos sigue ayudando a preservar el empleo y velar por el bien de los trabajadores.
Schröder, firme ante los sindicatos
En los días posteriores al fracaso de la huelga, los analistas de la prensa alemana consideraban que el revés sufrido por IG Metall y su aparente pérdida de poder eran más importantes para impulsar el crecimiento económico y la creación de empleo que el adelantamiento de las rebajas fiscales decididas por el gobierno de Schröder. En medio del debate en torno a las reformas económicas y sociales decretadas por Berlín, expertos economistas han reiterado que la falta de flexibilidad de los sindicatos en las negociaciones salariales y los convenios colectivos se encuentra entre los principales factores destructores de empleo.
Además, los sindicatos parecen no poder hacer mucho para frenar los recortes en el Estado del bienestar previstos en la Agenda 2010, el plan de reformas de Schröder, que ha recibido el apoyo de los principales actores económicos internacionales. Los planes del gobierno han provocado en los últimos meses fuertes tensiones entre Schröder y los sindicatos. Como era de esperar, los principales líderes sindicales del país criticaron fuertemente algunos puntos, como recortar el subsidio de desempleo y relajar la protección por despido. Sin embargo, el canciller se ha mantenido firme y se ha negado en todo momento a realizar cambios en la Agenda 2010.
Tras haber interrumpido el contacto durante ocho semanas en protesta a los planes del gobierno, el presidente de la Confederación Alemana de Sindicatos (DGB), Michael Sommer, y Schröder reanudaron a finales de junio el diálogo sobre las reformas. Después del encuentro en la Cancillería, Sommer coincidió con el jefe de gobierno en que es necesario llevar a cabo reformas, aunque reiteró sus críticas al «desmantelamiento social» que implica la Agenda 2010. Una vez más las críticas no sirvieron de mucho. Schröder, por su parte, se mantuvo en su línea y dijo que se podrá discutir sobre algunos detalles de las reformas, pero que no será posible realizar «cambios básicos» en las mismas.
Vicente Poveda____________________(1) El 31 de agosto, al término del congreso extraordinario, Jürgen Peters fue elegido presidente de IG Metall con el 66% de los votos, la menor aprobación que ha recibido un nuevo presidente en la historia del sindicato. (N. de la R.)