L’abbé Pierre, de 91 años, es una figura popular en Francia, por su acción en favor de los pobres. En 1954, cuando en Francia había mucha gente que vivía en la calle por falta de viviendas, provocó una movilización social con un célebre manifiesto, y después dio origen a una solidaridad continuada con el movimiento Emaús. A los 50 años del primer manifiesto, acaba de publicar otro en el que anima a los franceses a luchar contra la exclusión con acciones en el entorno más próximo, sin esperarlo todo de los poderes públicos.
Según diversas estimaciones, en Francia había en 2000 unos 3,7 millones de personas que vivían bajo el nivel de pobreza (579 euros mensuales para una persona sola). A fines de 2002, unos 3,3 millones de personas percibían alguna de las ayudas públicas para gente con menos recursos. De ahí que el manifiesto de l’abbé Pierre haga hincapié en el contraste entre la abundancia y la pobreza en el país.
«Vivimos en una nación rica. Sin embargo, millones de personas sobreviven bajo el nivel de pobreza. Una nación que debería movilizar todas sus fuerzas para construir su porvenir, pero que deja de lado a millones de parados. Una nación que ha construido tanto que hay tres millones de residencias secundarias. Y otros tantos millones de personas mal alojadas. Una nación que se ha dotado de un sistema de protección social formidable. Y que, sin embargo, sufre, más que nunca, de una falta de vínculos sociales, que ninguna prestación pública podría reemplazar. Una nación en medio de un mundo de miseria y que ve a los menos poderosos como una amenaza».
¿Qué hacer?, se pregunta l’abbé Pierre. ¿Lamentarse? ¿Denunciar? ¿Esperar? «¡No! Dejad de sentiros impotentes ante tanto sufrimiento. Es demasiado fácil esperar y contar con lo que hagan otros o el Estado. Y es peligroso. Salgamos de este torpor que nos aplasta. Os invitamos a actuar».
«Cuando no pasa nada es precisamente cuando cada uno espera que el otro comience a hacer algo. Cuando nuestros vecinos, nuestros colegas, nuestros amigos vean que actuamos, se unirán a nosotros. Hacer pequeñas cosas nunca es ridículo, nunca es inútil. Más vale nuestro pequeño gesto, nuestra pequeña acción, que un grande y bello sueño que nunca se realiza. Actuando cambiamos la marcha de las cosas. Seamos exigentes con nosotros mismos para poder exigir a otros. Esa es la verdadera solidaridad».
L’abbé Pierre invita a que miremos alrededor. «Transformemos esos rostros anónimos de la miseria en mujeres y hombres que pueden ayudarnos a dar un sentido a nuestra existencia. Incorporemos a nuestra vida cotidiana la causa de los más débiles. Renunciemos quizá a una parcela de nuestro confort para dejar sitio a los que carecen de él. Eso no nos hará perder el nuestro, pero lo hará más digno (…) ¿Qué es una vida que no se ocupa más que de sí misma?»
«Encontremos a nuestro alrededor a aquellos que pueden ayudarnos a ayudar. Liberemos para otros ese tiempo que nos falta para nosotros mismos. Vayamos al encuentro de aquellos a los que se les echa en cara su inutilidad. Hagamos con ellos lo que haríamos con nosotros. No dejemos que nuestra buena voluntad se estropee como un recurso no explotado».
«No son los gobiernos los que tienen que decirnos cómo ser solidarios. Nos corresponde a nosotros mostrar la sociedad que queremos. Ellos entenderán».
«Es preciso ayudarse entre los que han perdido la razón de vivir porque no tienen lo suficiente, y los que no encuentran ya razón de vivir, porque piensan tener todo. Simplemente para que los humildes no sean ya humillados. Es esta acción la que dará sentido a nuestra vida e influencia a nuestra nación».