EE.UU.: del subsidio público al empleo

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Los beneficiarios de la asistencia pública han disminuido en 4 millones

La reforma de la asistencia pública (welfare), unida al empuje de la economía norteamericana, está consiguiendo que cada vez más familias pobres, que vivían de los subsidios, encuentren trabajo. Los beneficiarios de la asistencia pública han disminuido en 4 millones desde la drástica reforma adoptada hace dos años (cfr. servicio 116/96).

La reforma pretendía estimular la responsabilidad personal en la búsqueda de un trabajo para no perpetuar la dependencia. Con este fin, no se pueden recibir los subsidios durante más de dos años seguidos. Además, a cambio de las ayudas, los Estados pueden exigir a los beneficiarios que trabajen en tareas de interés público o sigan programas de capacitación laboral.

Los efectos positivos de la reforma empiezan a sentirse también en las áreas más difíciles, como los centros deprimidos de las grandes ciudades. En Los Angeles, el 43% de las familias pobres que participaron en los nuevos programas de asistencia pública de la ciudad han logrado encontrar empleo, según un estudio del Manpower Demonstration Research Corp. (cfr. The Washington Post, 21-VIII-98). Esto representa un tercio más de lo que se conseguía con el anterior sistema.

Otro cambio positivo en el sector laboral es el crecimiento de la renta en las familias a cargo de una mujer sola en la comunidad negra. Según datos del Departamento de Trabajo, los ingresos de estas familias de mujeres solas con niños han aumentado de 13.500 dólares en 1993 a 16.250 en 1996. La renta media de los hogares de familias blancas es de 47.000 dólares.

Las razones de la mejora de estas madres solteras, beneficiarias tradicionales de la asistencia pública, son varias. El crecimiento económico ha provocado un aumento de las oportunidades de empleo, mientras que el salario mínimo se elevó de 4,25 dólares en 1996 a 5,15 en la actualidad. Como muchas de estas madres solteras trabajan por horas, el aumento del salario mínimo tiene una repercusión directa en sus rentas.

Por otra parte, las mayores exigencias de la asistencia pública y los programas de capacitación laboral han estimulado la búsqueda de empleo. En un Estado como Carolina del Norte, las familias beneficiarias del welfare han bajado de 113.500 en junio de 1995 a 65.800 en la actualidad. El 65% de las familias que reciben subsidios en el Estado son negras (Cfr. New York Times, 20-VIII-98).

Si el empleo va a mejor, la cobertura sanitaria va a peor. Desde que hace cuatro años fracasó en el Congreso el proyecto de Clinton de establecer un seguro obligatorio, el número de estadounidenses que carecen de seguro médico ha crecido hasta 41 millones. Los congresistas dijeron entonces que, en vez de un cambio global, sería mejor ir paso a paso.

Desde entonces se han aprobado dos leyes significativas en este asunto: un programa para financiar la atención médica de niños pobres y una ley para proteger el seguro médico de las personas que cambian de trabajo o lo pierden. Estas leyes, junto con la expansión del programa Medicaid, han supuesto una ayuda, pero no han impedido que siga creciendo el número de personas sin seguro, que retrasan el ir al médico hasta que no tienen una dolencia seria.

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