Una de las medidas proteccionistas más criticadas es las cuotas de importación para productos, como los textiles, en que los países en desarrollo tienen ventaja por sus bajos costos. Tras 40 años de vigencia, el 1 de enero desaparecerán las cuotas para los productos textiles; sin embargo, esta no es una buena noticia para todos. No lo es, desde luego, para los fabricantes de los países ricos, pero tampoco para los de todos los países en desarrollo: muchos perderán mercado frente a otros, sobre todo China e India, con mayor capacidad de producción.
Según la Organización Mundial del Comercio, las consecuencias del nuevo régimen sin cuotas serán relativamente modestas en las importaciones de Europa y muy importantes en las de Estados Unidos. Los grandes beneficiados serán China e India. China, que ahora tiene el 16% de las importaciones norteamericanas de textiles, se hará con el 50%, y la India subirá su parte del 4% al 15%. Saldrán perjudicados, en especial, los países latinoamericanos. Por ejemplo, las exportaciones mexicanas bajarán del 10% al 3%.
Parte del problema es que el cambio será muy brusco. La eliminación de las cuotas fue acordada en 1995, y la intención era hacerla de forma gradual. La realidad ha sido muy distinta: el 49% de las importaciones todavía está bajo el sistema de cuotas.
Además, las cuotas eran no solo una medida proteccionista, sino también un sistema de preferencias en favor de algunos países. Gracias a ello, más de 40 naciones menos afortunadas han desarrollado prósperas industrias textiles basadas en la exportación. Pero muchas se han hecho demasiado dependientes de este sector. Ejemplos son Camboya, Bangladesh o Macao, donde el 70% o más de las exportaciones son de productos textiles.
La mayoría de estos países no podrán hacer frente a la competencia de China e India. Bangladesh prevé que perderá un cuarto de sus exportaciones, lo que se traducirá en una dolorosa destrucción de empleos en su industria textil, que cuenta casi dos millones de trabajadores. Los países latinoamericanos, mejor situados que los de Asia para exportar a Estados Unidos, sufrirán sobre todo por sus mayores costes salariales.
La solución para estos países pasa por basar su competitividad en otros factores distintos del costo, como la rapidez de respuesta a la demanda del mercado. Si se produce un cambio en la moda norteamericana, los fabricantes chinos tardan tres meses en adaptarse. Las empresas latinoamericanas deberían ser capaces de llegar antes al mercado estadounidense con nuevas líneas de productos.
Otra vía para ganar competitividad es ofrecer un paquete completo de servicios. Los minoristas no pueden permitirse acudir a muchos proveedores: necesitan empresas que les sirvan todo de una vez, desde el diseño hasta el corte y el embalaje.
Ante la inquietud de los afectados por el fin de las cuotas, el gobierno chino ha enviado un mensaje tranquilizador, al anunciar que impondrá una tasa a la exportación de productos textiles, para suavizar el paso al nuevo sistema.
Alejandro Huerta