La ayuda alimentaria sirve como recurso de emergencia contra la hambruna. No obstante, es preciso encontrar formas nuevas de ayuda a largo plazo, para que los países beneficiarios alcancen la seguridad alimentaria. Esta es la conclusión a la que ha llegado la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en su último informe anual.
Desde los años noventa se mantiene una polémica en torno a las ventajas de la ayuda alimentaria. Unos sostienen que esta política ha salvado millones de vidas; el año pasado, por ejemplo, 200 millones de personas en 39 países lograron sobrevivir gracias a la llegada de alimentos gratuitos. Pero por otra parte se replica que, a largo plazo, la ayuda alimentaria genera problemas nuevos: crea dependencia en los receptores, quita incentivos para el desarrollo agrícola local y distorsiona el comercio internacional.
El informe sobre «El estado mundial de la agricultura y la alimentación» (SAFO 2006) trata de zanjar esta polémica. Por un lado, reconoce el valor de las ayudas alimentarias de emergencia en casos de hambruna o de pobreza extrema. Por otro, advierte que estas políticas «no pueden por sí mismas superar las causas sociales y económicas subyacentes» a las situaciones graves de escasez. Por esta razón, el informe aboga por introducir una nueva perspectiva en la lucha contra el hambre: se trata de «convertir la ayuda alimentaria en un soporte para la seguridad alimentaria».
En la presentación del informe, el director general de la FAO, Jacques Diouf, hizo hincapié en este cambio de estrategia: «En muchos casos, la ayuda alimentaria se envía porque es el único recurso disponible, pero no es la mejor solución». Y añadió: «A largo plazo, tenemos que centrarnos en las medidas preventivas para aumentar la productividad, mediante inversiones en irrigación e infraestructura rural, acceso a medios técnicos y al crédito».
El informe SAFO 2006 plantea varias reformas del sistema internacional de ayuda alimentaria. Una de las recomendaciones de mayor calado es la que propone erradicar la práctica de las ayudas vinculadas a condiciones específicas (lo que representa hoy el 90% de la ayuda alimentaria).
El informe denuncia que el exceso de condiciones impuestas por los países donantes -como la de transportar la ayuda en barcos de bandera nacional- hace imposible entregar un tercio de las ayudas. De un total de 2.000 millones de dólares en alimentos, unos 600 no llegan a su destino.
Otra práctica cuestionable es la entrega de ayudas en especie. Según el informe, la ayuda selectiva en dinero o con cupones para alimentos resulta más efectiva y no desestabiliza los mercados locales. Además, convendrá fomentar las intervenciones que mejoran el funcionamiento de los mercados (la reparación de carreteras, por ejemplo). Todas estas medidas, a la larga, «tal vez resulten más eficaces en el apoyo a la seguridad alimentaria sostenible que las intervenciones directas basadas en dar alimentos».
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