Francia discute el precio de trabajar en domingo

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El presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha invitado a los parlamentarios de su país a “considerar sin tabúes” la proposición de ley sobre la apertura de comercios en domingo, presentada por el diputado Richard Mallié, de las filas de su partido, UMP. En la Asamblea, una mayoría de diputados se ha mostrado en desacuerdo con el proyecto de Mallié, considerando que, si bien está previsto para un período de experimentación de cinco años, podría constituir una generalización del trabajo dominical que quedaría luego definitivamente instalada.

Sin embargo, la insistencia del presidente ha motivado una nueva negociación para encontrar una postura de consenso sobre un texto más restrictivo. Entre otras cosas, las grandes superficies de alimentación no podrían acogerse a las derogaciones del descanso dominical. La propuesta prevé la apertura voluntaria de los comercios en domingo con paga doble para los que trabajen esa jornada.

Costes y beneficios

El asunto del trabajo dominical vuelve a la palestra impulsado, como era de prever, por importantes cadenas de tiendas a las que la crisis económica ha dado un renovado argumento a favor de la utilización del comercio dominical como acicate al ahora muy deprimido consumo. El ejemplo invocado es el de las grandes superficies americanas. Sin embargo, y como ha señalado Philippe Askenazy en Le Monde, esta medida tendría algunos costes que merecen tomarse en cuenta.

El primero, asegura, es energético: las grandes superficies, y especialmente las de alimentación, se encuentran entre las actividades con mayor consumo de energía (poderosa iluminación completamente artificial, calefacción o aire acondicionado, aparatos de refrigeración abiertos o manipulados con frecuencia). Habría que preguntarse, entonces, por el impacto ambiental de la apertura en domingo: para el caso de Francia, afirma Askenazy, su generalización a todos los hipermercados y supermercados se traduciría en un crecimiento de consumo energético superior a las famosas economías generadas por el cambio de hora invierno-verano. “Sin contar -añade- la multiplicación de desplazamientos de consumidores que también generaría”.

En cuanto al razonamiento que justifica esta iniciativa por su servicio a la creación de empleo -aplicando la fórmula de Sarkozy de “trabajar más para ganar más”-, el columnista pide atención a los efectos contraproducentes sobre el pequeño comercio, algo que, en última instancia, influye negativamente sobre los puestos de trabajo.

Se concede, con todo, que tanto en EE.UU. como en Canadá el efecto neto sobre el empleo es “real pero modesto”: del orden del 1% al 2% de puestos suplementarios. Midiéndolo en términos de oferta de horas, empero, no parece haber incremento, puesto que quienes trabajan los domingos pierden dos horas en la semana. El impacto sobre el salario, por tanto, viene a resultar más bien débil.

Por otro lado, la paga doble del trabajo dominical supone un aumento de los costes para las empresas. Incluso sin pagas dobles, los estudios norteamericanos han concluido que la apertura dominical se traduce en una subida del orden del 4%.

Askenazy resume su punto de vista con la advertencia de que “el servicio suplementario que representa comprar en domingo tiene un coste, y este coste se factura, incluso se sobrefactura, a los clientes. ¡Incluyendo a los que no salen los domingos a comprar!”.

Por su parte, los sindicatos se han manifestado en contra de la medida. En esto coinciden con los obispos católicos, que quieren defender el descanso en familia.

Hace unos años (cfr. Aceprensa, 1-09-1999), el mismo debate ocupó los titulares alemanes ante el intento de unos grandes almacenes por saltarse la disposición constitucional sobre el descanso dominical. Aunque el gobierno de entonces permitió una flexibilización de los horarios, la obligación de permanecer cerrados sigue vigente, salvo para el caso de las panaderías, farmacias, y tiendas de estaciones y aeropuertos. Se autorizan, no obstante, cuatro aperturas al año por fiestas, ferias, etc.

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