Amsterdam. Durante los últimos años se han desarrollado en Holanda iniciativas estatales y privadas para facilitar la inserción profesional de los cónyuges de empleados en compañías internacionales que tienen que trasladarse al extranjero por exigencia de sus empresas.
Las perspectivas para la esposa del ingeniero de la Shell de leer sola en la piscina, o para la mujer del diplomático de tomar el té de embajada en embajada, son cada vez menos atractivas. Además ya no es un problema exclusivo de mujeres. De las 527 personas inscritas en el banco de datos del Ministerio de Asuntos Exteriores de Holanda, en espera de una oferta de empleo en el país extranjero donde ha sido destinado su cónyuge, 123 son hombres, o sea que, en este caso, ellos han seguido a sus esposas. De todo modos, ninguno de los dos puede estar satisfecho si el otro se siente aislado en el nuevo país.
Joke Hattinga y Petra Waslander iniciaron el mencionado banco de datos del Ministerio de Asuntos Exteriores para facilitar la búsqueda de empleo a los cónyuges de los diplomáticos. Con el mismo fin editan una publicación.
Hace cinco años, Lidia Laader-van den Muyzenberg organizó una red internacional de contactos para estos casos: parejas en las que él y ella trabajan, y en las que uno de los dos queda desempleado al seguir al otro al extranjero. Su oficina de asesoramiento, COPE (Career Opportunities and Promotion for Expatriates), ofrece preparación y ayuda para el cónyuge del que es enviado a otro país. Un equipo de asesores con experiencia en el extranjero le ayuda a instalarse en el nuevo país, a comenzar a hacer carrera y a crear contactos. Al principio, el 99% de los clientes eran mujeres; pero actualmente también bastantes varones requieren sus servicios. COPE también ofrece su ayuda a los que regresan al país, pues la vuelta tiene asimismo sus problemas. Sin embargo, en un mundo cada vez más globalizado, el perfil profesional y humano de quien ha trabajado en el extranjero queda enriquecido por la capacidad de adaptación y experiencia internacional que dan estas estancias.
Outpost es el centro de la Shell que facilita información a quienes se trasladan a otro país. El año pasado la misma empresa creó un servicio, el Spouse Employment Consultant, que, aunque no busca empleo, ofrece información sobre el mercado laboral del país de destino, cursos de idiomas que se pueden realizar, trabajos de voluntariado o estudios necesarios para crear una empresa. En estos casos, Shell cubre el 80% de los gastos hasta un límite de 8.000 florines (4.700 $). Sin embargo, el criterio de esta empresa es apelar a la responsabilidad del cónyuge, que debe ver la situación como un desafío en el que tiene que aprovechar todo lo aprovechable.
Helga Wismeyer, jefa de personal del ING Bank International, declaraba en una entrevista, publicada el 7 de septiembre en un diario nacional, que la mentalidad del empleado ha cambiado y que no se puede obligar a nadie a marchar, aunque reconocía que los destinos en el extranjero siguen siendo muy deseados. «Sin embargo -añadía-, considero negativo algo que ocurre con frecuencia: que el empleado decida aceptar el puesto en el extranjero, yéndose él solo y pidiendo un presupuesto para visitar con frecuencia a la familia. En una situación de separación es fácil que las familias acaben rompiéndose. También creo sinceramente que es imposible que ambos cónyuges aspiren a mantener una familia y conseguir hacer una carrera ininterrumpida en el extranjero. Uno de los dos tendrá que echar agua al vino».
Carmen Montón