Hace unas semanas, el Ministerio de Trabajo japonés declaró que para el año 2005 unos 4 millones de puestos de trabajo habrían de ser desempeñados por extranjeros, debido al envejecimiento de la población (ver servicio 15/93). Ahora, y por contradictorio que parezca, las asociaciones empresariales afirman que existen al menos un millón de puestos de trabajo innecesarios, que suponen un lastre para las empresas, más aún en tiempos de crisis. De esta forma se ha levantado la polémica en torno a los despidos, algo que en Japón sigue siendo un tabú.
Las empresas están poniendo en práctica diversos procedimientos para reducir los gastos de personal. Así, este año los sindicatos han aceptado que los salarios sólo suban un 4%, el incremento más bajo desde 1987; se ofrecen a los trabajadores opciones de jubilación anticipada; se reducen las horas extraordinarias, que además se retribuyen menos…
Pero se está llegando también a una solución que parecía impensable: el despido. Existe la tradición de que los puestos de trabajo en Japón son para toda la vida. En realidad eso sólo es así en las grandes empresas. Contratan a menos gente, reestructuran las plantillas, etc. Pero despedir trabajadores afectaría gravemente a su prestigio y provocaría serias dificultades en el futuro profesional de los despedidos, ya que una gran empresa nunca contrata a un trabajador procedente de otra similar. Esto ayuda a comprender por qué el despido es tan difícil de aceptar por la sociedad japonesa.
Como sucedáneo del despido, las empresas están forzando indirectamente al trabajador a que renuncie al empleo, destinándolo a otra ciudad o a un puesto para el que no está cualificado. También, mediante sutiles presiones, se anima a las mujeres a casarse y dejar el trabajo. Así, durante los dos primeros meses de este año, el número de mujeres en la población activa disminuyó en un 1,6%, mientras que el de hombres aumentó un 0,5%. Lo que ha supuesto un descenso neto de trabajadores -el primero en siete años- del 0,4%. Sin embargo, esto no ha tenido repercusión en la tasa oficial de desempleo, que está situada en el 2,3%, ya que las mujeres no suelen inscribirse en las listas de parados.
Pero el 70% de la población activa trabaja en empresas pequeñas y medianas, que actúan muchas veces como subcontratadas de las grandes, y que nunca aseguran que el empleo sea de por vida. Ahí es donde la crisis económica está creando más dificultades para conservar el empleo.
La causa del actual excedente de mano de obra es, además de las dificultades que atraviesa la economía, un error de cálculo. Incitadas por las predicciones gubernamentales de una futura escasez de trabajadores, el año pasado las empresas ampliaron mucho su personal (las de más de 500 empleados lo aumentaron en un 8,7%) e hicieron fuertes inversiones en automatización. Ahora se descubre que las previsiones oficiales eran exageradas, pues no tuvieron en cuenta el exceso de empleados en el sector de servicios.