La experiencia del «mommy tracking», a examen

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Hace poco más de una década, se inventó la expresión «mommy tracking» para designar una carrera profesional diseñada a medida de las madres. Desde entonces, se han multiplicado las iniciativas favorables a la conciliación entre maternidad y trabajo, pero aún sigue vigente el estigma de que las madres que se acogen a tales fórmulas no están comprometidas con su trabajo. El diario canadiense «National Post» (19, 20 y 21 de septiembre de 2005) ha dedicado una serie de artículos a este tema.

En el primer artículo, la profesora Helene Cummins escribe sobre las conclusiones de un estudio que ha hecho sobre la situación de las profesoras en las Universidades del país. Según el estudio, el fenómeno del «mommy tracking» está tan arraigado que ahora se tiende a incluir también dentro de esa línea a mujeres solteras y sin hijos, asignándoles más tareas de tipo asistencial que guardan un parecido con el «mommy tracking».

Así, estas profesoras que no tienen el problema de conciliar trabajo y familia se ven obligadas a recortar su tiempo de investigación para dedicarse a supervisar los comités de defensa del alumno o a velar por la armonía en los departamentos. «El problema -explica Cummins- no es el trabajo en sí (bastante gratificante, por cierto), sino la escasa recompensa que tiene en el sistema universitario». De esta forma, muchas de sus colegas han acabo en la misma situación que las madres que intentan compatibilizar la atención a la familia con el trabajo.

Aunque el estudio se refiere sólo a la situación en las universidades canadienses, para Cummins sus resultados reflejan lo que está ocurriendo en la sociedad. Es cierto que ahora existe más flexibilidad que antes para conciliar familia y trabajo, pero todavía persiste el estigma hacia las madres que optan por conciliar su trabajo profesional con el hogar.

En el segundo artículo, Anne Marie Owens se hace eco del último libro de la australiana Anne Manne, «Motherhood». Manne, que se define a sí misma como una «feminista maternal», reivindica el derecho de las madres que trabajan fuera de casa a pasar más tiempo con sus hijos. Para Manne, el papel de la madre en la crianza y educación de los hijos es de esencial importancia y, por eso, no puede ser sustituido por cuidadoras profesionales.

«Cuidar es distinto que amar», escribe. «Cuidar supone tomarse las cosas con calma y serenidad; es razonable, palabra que implica distancia y límites. El amor, en cambio, es apasionado e implacable, intenso, irracional… Nadie espera de un adulto que sustituya sin más a una persona amada por otra. Esto atenta contra nuestro sentido de la individualidad de cada persona, e incluso contra nuestro sentido de lo que significa amar. Y sin embargo, esperamos esto de un niño».

Manne aclara que su intención al escribir este libro no es desalentar a los padres para que no contraten a cuidadoras, sino empujar a los gobiernos para que adopten medidas serias a favor de la conciliación entre la vida familiar y laboral. Frente al feminismo de viejo cuño, que quiere tenerlo todo, ella prefiere ponerse del lado de las mujeres «que quieren tenerlo todo, pero no a la vez». El libro ha creado polémica. Manne reconoce que su situación no es aplicable a todas las mujeres, y que tampoco está defendiendo que las mujeres restrinjan su vida a la maternidad. Pero sigue preguntando: «¿Podemos esperar que las mujeres vivan como los hombres cuando un niño acaba de nacer?»

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