El rechazo del Parlamento Europeo a la propuesta de que trabajadores y empresarios pacten libremente la semana laboral hasta un máximo de 60 horas, se ha saludado como un triunfo de los derechos laborales. La propuesta de la Comisión Europea, impulsada por el Reino Unido, países nórdicos y de la Europa Central y del Este, mantenía como norma general la jornada máxima de 48 horas semanales, pero con la posibilidad del llamado opting out, es decir, que quien quisiera pactara libremente la duración de jornada con un máximo de 60 horas (65 en las profesiones donde cuenta el tiempo de guardia).
Alejandro Cercas, eurodiputado socialista que fue el portavoz de la resistencia a la reforma, estaba eufórico: “Hemos impedido una situación que iba a esclavizar a millones de trabajadores en nombre de la libertad”. Es fácil que quien ve triunfar su postura tienda a exagerar el valor de lo conseguido. Pero si esto fuera verdad, los trabajadores británicos deberían estar esclavizados por lo menos desde 1993, cuando su gobierno obtuvo la derogación (opting out) al límite máximo de 48 horas.
Sin embargo, si las estadísticas no engañan, parece que el trabajador medio británico trabaja hoy menos que antes. El número medio anual de horas trabajadas en el Reino Unido ha pasado de 1.726 en 1993 a 1.670 en 2007 (OCDE Employement Outlook, 2008).
En el cómputo anual, los británicos trabajan solo 18 horas más que los españoles, que llegamos a 1.652 horas anuales, aunque la jornada semanal máxima permitida en España sea de 40 horas.
Para “esclavos”, los estadounidenses, que trabajan 1.794 horas al año, o los australianos (1.722) y canadienses (1.736), por no hablar de los coreanos (2.305). La diferencia entre europeos y americanos se debe a que en EE.UU. una persona empleada trabaja como media 41 horas semanales y solo toma dos semanas de vacaciones al año, mientras que en pocos países europeos la jornada laboral media supera las 40 horas (41,4 en el Reino Unido) y además nos tomamos cuatro semanas de vacaciones, junto a otros permisos pagados.
La experiencia del Reino Unido sugiere que la duración máxima de la jornada semanal no afecta a las condiciones laborales de la mayor parte de los trabajadores. Pero sí es verdad que el opting out favorece que un porcentaje mayor de trabajadores tenga una jornada de más de 48 horas semanales. En el Reino Unido, el 17% de la fuerza laboral supera esas horas, pero algo parecido sucede en Austria (17,8%), en la República Checa (17,6%) o en Polonia (22,8%). No hay que olvidar que muchos de los países de la Europa central y oriental están despegando en su fase de desarrollo y no tienen inconveniente en trabajar más, como en su momento hicieron los países de Europa occidental.
Los críticos de la reforma han dicho que el empleador podría imponer al trabajador un horario más largo. Sin embargo, para proteger la libertad contractual del empleado, la reforma preveía que el consentimiento del trabajador tuviera que ser por escrito, solo a la firma del contrato o durante el primer mes, válido por un año y con posibilidad de retractarse durante un plazo de tiempo. Además los países que quieran pueden mantener su propia regulación legal, inferior a 60 horas. En cambio, mientras no se apruebe una directiva sobre el asunto, en los países que se acogen al opting out no hay ningún límite en la duración de la jornada semanal.
Me temo que en estos momentos de crisis lo que más preocupa a un trabajador no es que el empleador quiera que trabaje 60 horas, sino que no trabaje ninguna.
En cualquier caso, la duración de la jornada es solo un aspecto de las condiciones laborales, junto a otros no menos significativos. En España, donde el tope legal es de 40 horas semanales, una tercera parte de los trabajadores tienen contratos temporales, mientras que en el “ultraliberal” Reino Unido es solo un 5,6% (en 2006).
Si comparamos el salario mínimo conforme a la paridad de poder adquisitivo -es decir, descontando el efecto de las diferencias de precios-, resulta que en España se sitúa en 753 euros, frente a 1.183 euros en el Reino Unido (Eurostat, Statistics in focus 105/2008).
Tampoco conviene olvidar que en la polémica sobre el aumento de la jornada laboral estamos hablando de horas pagadas. Mientras que en no pocos trabajos del sector servicios en España la empresa cuenta con que el empleado alargue su jornada mientras sea necesario… sin pagarle horas extras. Basta darse una vuelta por consultoras, despachos, auditorías, ingenierías, etc. para saber lo que pasa. El señor Cercas, que ha demostrado tanto empeño en esta noble causa, tiene aquí un buen campo para liberar a no pocos trabajadores en su patria.