La combatida reforma laboral del gobierno socialista francés quedó definitivamente aprobada el 21 de julio, pero sin la aquiescencia del Parlamento. El ejecutivo la impuso mediante un recurso extraordinario, para que ni la oposición –a su derecha y su izquierda– ni el sector rebelde de sus propias filas la aguaran.
Pero un tanto aguada ha quedado. El gobierno cedió en unos puntos importantes y resistió en otros. El texto resultante sigue sin satisfacer a los sindicatos, que prometen más protestas después del verano, y ha decepcionado a la patronal.
El gobierno ha tenido que invocar el artículo 49-3 de la Constitución en cada una de las tres lecturas del proyecto en la Asamblea Nacional. Aunque la tercera vez no hubo siquiera lectura: apli…
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