Algunos decrecentistas ponen el acento más en las actitudes personales que en el sistema. No se trata, dicen, de cambiar la economía, sino de ponerla en su sitio. Tiene que estar en segundo plano, para que tomen precedencia los bienes inmateriales, pues en ellos se encuentra la felicidad.
Según Latouche, hay que derribar el imperio del economicismo, primero, en las mentes de las personas. Como dice Nicolas Ridoux en su libro Menos es más (La décroissance pour tous, 2007), el objetivo del decrecimiento no llegará mediante ninguna “fórmula milagrosa”: será el resultado de una multitud de planteamientos convergentes. Ante todo, hace falta un cambio de actitud: abandonar la “religión del crecimiento”, el insensato deseo de tener más por tener m…
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