“No es verde todo lo que reluce” es la advertencia de Juan José Gómez Cadenas, catedrático de Física Atómica y Nuclear y profesor del CSIC que acaba de publicar El ecologista nuclear. Alternativas al cambio climático (Espasa). La voz de Gómez Cadenas se suma a la de otros científicos que, si por un lado desean atajar la amenaza del cambio climático, por otro consideran absolutamente necesario recurrir sin prejuicios al uso de la energía nuclear.
“Pocos dudan hoy de que el problema más importante de nuestro tiempo sea evitar una catástrofe planetaria debida al cambio climático”, afirma el autor. “Paradójicamente -continúa- seguimos preocupándonos por la posible actividad de los residuos dentro de 10.000 años, cuando hay muchas más razones para inquietarnos por la explosión de los hidratos de metano dentro de un siglo. Ecologismo hoy en día no puede significar seguir repitiendo gastadas consignas y enrocándose en dogmas fanáticos”.
El fantasma de Chernóbil
Aduciendo que el riesgo de vivir dos años a la puerta de una central nuclear es comparable estadísticamente al de fumarse un solo cigarrillo, Gómez Cadenas vuelve sobre la experiencia de Chernóbil para demostrar que en este histórico accidente se conjuraron factores que no se pueden generalizar. En primer lugar, dice, porque el reactor de Chernóbil no utilizaba agua como moderador sino grafito, un elemento que acelera la reacción en cadena y cuyo uso por parte de los soviéticos obedece a que el reactor no sólo se destinaba a la producción de energía, sino también a la obtención de plutonio para las cabezas nucleares de los misiles. Por otra parte, porque dejaron de cumplirse muchas de las normas de seguridad que son obligatorias en Occidente. La conclusión de Gómez, que remite al informe publicado por el Comité Científico de las Naciones Unidas (http://www.unscear.org/unscear/en/chernobyl.html), es que “Chernóbil fue una terrible tragedia, pero casi cinco lustros más tarde es necesario repasar las estadísticas y preguntarse por el número de víctimas debidas al petróleo, al gas natural, a las minas de carbón y a los accidentes aéreos”.
Ecologismo y ciencia
Un amplio reportaje de Le Monde (22-04-09) consigna el creciente favor que la opinión pública va concediendo al tema de la energía nuclear. Según una medición de la firma Accenture, el 62% de los franceses se muestra partidario de que Francia continúe investigando al respecto, pues están convencidos de que las energías renovables no bastarán para asegurarles la independencia energética. En Francia, la parte de la energía nuclear en la producción eléctrica total es el 76,9%.
Según afirma Moore, las pruebas de laboratorio sobre la seguridad de los ftalatos han concluido que pueden usarse sin peligro, pero la presión ejercida sobre los fabricantes (especialmente los de juguetes) ha puesto a la industria en disposición de buscarles sustitutos. Y aquí cita Moore una reciente advertencia de la Comisión sobre la Seguridad de Productos para el Consumo: “si se sustituye el DINP (Diisononil Ftalato) en productos infantiles, será necesario considerar los riesgos potenciales de esa sustitución. Plásticos más frágiles o quebradizos podrían romperse y representar riesgo de asfixia”.
Lo nuclear en la agenda política
Actualmente hay 439 reactores nucleares en servicio en 31 países y menos de 40 en construcción. Tras una época en que parecía obligado combatir las centrales nucleares, ahora los vientos están cambiando y hay unas 240 en proyecto.
Mientras las potencias emisoras de gases de efecto invernadero preparan el terreno para el Foro de las Mayores Economías sobre Energía y Cambio Climático, cuya reunión se prevé para julio en la isla italiana de La Maddalena, algunas voces oficiales van avanzando en el camino de derribar los tabúes. Así por ejemplo la del Comisario Europeo de la Energía, Andris Piebalgs, que ha declarado que “la energía nuclear representa un elemento importante en nuestra lucha contra el cambio climático y en la seguridad de nuestro aprovisionamiento de energía”.
En Europa, el tema de la energía nuclear no ha logrado consenso ni aun en iniciativas de tan larga data como el tratado Euratom, orientado desde 1957 a la construcción de una industria nuclear europea capaz de asegurar la independencia energética de la Comunidad. Las reticencias de ciertos Estados miembros, como Alemania, las trabas institucionales y el poco alcance de los medios dispuestos no han permitido el cumplimiento del objetivo.
Sin embargo, y en el caso de que las elecciones legislativas de septiembre le permitan formar mayoría con el partido liberal FDP, la canciller alemana Angela Merkel tiene intenciones de revisar el acuerdo suscrito en 2000 bajo el gobierno de socialistas y Verdes, en el que se fijaba el año 2020 como término para el cierre de 17 reactores que permanecen activos. Aunque los Verdes han anunciado grandes manifestaciones para impedir la revisión del acuerdo, los partidarios de la energía nuclear insisten en que su utilización es la única manera que tiene Alemania de cumplir con un plan que prevé para 2020 una disminución del 40% en las emisiones de CO2.
En España, el tema de la energía nuclear se pondrá sobre el tapete a propósito del permiso de explotación de la central de Garoña, que expira el próximo mes de julio. La decisión del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) sobre la posibilidad de que este reactor inaugurado en 1971 siga operando obligará al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero a tomar postura. Hasta ahora se ha pronunciado por el abandono progresivo de este tipo de energía, a medida que vayan agotando su vida útil los ocho reactores nucleares existentes (un plazo que, para el último, debería completarse en 2028). Sin embargo, incluso el ex presidente Felipe González se manifestó en 2008 a favor de reconsiderar la moratoria sobre la construcción de reactores nucleares que se adoptó, precisamente, durante su mandato.