Las iniciativas de renta básica se reducen por ahora a algunos experimentos con poblaciones reducidas y en zonas pobres, que no han sido evaluados con rigor científico.
El único sistema de renta básica que lleva funcionando desde hace años es el establecido en Alaska en 1982. Pero en este caso no se trata de una renta financiada con impuestos, sino de repartir entre los ciudadanos los beneficios de la explotación del yacimiento de petróleo –el mayor de América del Norte– descubierto a mediados de la década de los 70. Para gestionar esa riqueza no solo en favor de la generación actual sino también de las futuras, se creó un Fondo, que distribuye un dividendo anual. Este dividendo se basa en el rendimiento medio del Fondo, a lo largo de los últimos cinco años.
El importe del dividendo pasó de 300 dólares por persona y año en 1982 a 2.072 en 2015, con oscilaciones según los años (por ejemplo, en 2013 fueron 900). El dividendo se atribuye por igual a todas las personas que llevan viviendo al menos un año en el estado.
En Suiza, el pasado 5 de junio los votantes rechazaron masivamente una iniciativa popular que proponía una renta básica mensual de 2.250 euros. El plan preveía sustituir total o parcialmente lo que la gente obtiene mediante otras prestaciones sociales. El gobierno suizo había desaconsejado la iniciativa, alegando que sería costosa, debilitaría la economía y desalentaría el trabajo.
En Finlandia, se va hacer un experimento de renta básica para lograr un gasto social más eficiente
Más interés ha despertado el caso de Finlandia, donde la iniciativa proviene del propio gobierno en un país con un generoso Estado del bienestar. Por el momento, lo único que ha anunciado el gobierno de centro-derecha es un “experimento” pilotado por la agencia de Seguridad Social.
El experimento evaluaría las consecuencias de dar una renta básica a determinados grupos de población, para comprobar el coste y ver la posibilidad de extenderla a todos. El experimento baraja diversas opciones. Una sería dar una renta suficientemente alta, en sustitución de los demás beneficios sociales. La segunda sería una renta parcial, que reemplazaría solo algunas prestaciones básicas. Otra tercera opción sería un impuesto negativo sobre la renta. El experimento comenzaría en 2017.
Como Finlandia es un país rico, el objetivo de una renta básica no es tanto la lucha contra la pobreza como lograr un gasto social más eficiente. Puede dar una pista de las intenciones del gobierno el hecho de que desde su llegada al poder en abril de 2015 haya emprendido una poda de los gastos en sanidad, educación y otros beneficios sociales.
En Holanda también se prevé hacer un experimento a pequeña escala en Utrecht. A partir del año próximo, 250 ciudadanos, que ahora viven de subsidios sociales, pasarán a recibir 960 euros mensuales. Los beneficiarios se dividirán en seis grupos, según las contrapartidas exigidas (desde ninguna a voluntariado). Y al cabo de dos años se verá qué fórmula ha funcionado mejor.