En la mayoría de los países ricos ya es posible conseguir casi cualquier producto con la etiqueta de «orgánico». La carta de presentación es que se trata de «una producción natural y por tanto más sana y respetuosa con el medio ambiente». Según algunas encuestas, el 70% de los estadounidenses compran ocasionalmente productos orgánicos.
Para etiquetar un producto como orgánico hay que cumplir normas muy estrictas. Para el caso de los cultivos, no se pueden utilizar fertilizantes sintéticos, ni semillas trasgénicas, etc.; para el caso de los animales, no se pueden administrar hormonas de crecimiento, ni antibióticos, ni se les puede alimentar con comida no orgánica, etc.
El consumidor de comida orgánica está dispuesto a pagar más por cualquier cosa que lleve esa etiqueta. El resultado es que en Estados Unidos hubo 14.000 millones de dólares en ventas en 2005, un 20% más que el año anterior. Pero, ¿es realmente una comida más sana y respetuosa con el medio ambiente?
Los productores no utilizan pesticidas para respetar el medio ambiente. El consumidor lo sabe pero ve también en eso un beneficio para su salud: no ingerir residuos químicos, sobre los que sobrevuela el temor de que produzcan cáncer.
Hace unos meses, la ONG Environmental Working Group publicó una guía para consumidores que clasificaba 43 frutas y verduras según los niveles de pesticidas detectados. La guía reconoce que la mayoría de los productos convencionales tienen niveles muy bajos. Además, los que tenían los niveles más altos todavía estaban por debajo de los que permite el gobierno para el consumo humano («The Wall Street Journal», 16-01-2007).
Los residuos detectados son más bien una prueba de la capacidad humana para detectar trazas increíblemente pequeñas de sustancias químicas. Los residuos químicos presentes en los alimentos se miden en microgramos, unidad que se emplea en los análisis químicos cuantitativos pero no en las fruterías
Siempre se podrá objetar que un microgramo es más que cero pero también hay que advertir que orgánico no es sinónimo de libre de química. El rango de pesticidas permitidos por el gobierno es mucho más estrecho y, ciertamente, los productores los usan mucho menos que en la agricultura convencional. Pero los usan o pueden usarlos.
No se ha registrado ningún caso de muerte o enfermedad grave por ingerir trazas de pesticidas. Y, además, en algunos productos como el plátano o la naranja, los microgramos de pesticida están en la piel, con lo que no se ingieren.
Tienen más nutrientes
Varios estudios -si bien algunos han sido financiados por la industria de alimentos orgánicos- han encontrado niveles más altos de antioxidantes y nutrientes en maíz, fresas, melocotón, tomates y algunos otros productos orgánicos que en los convencionales.
En 1997, en una conferencia sobre alimentos orgánicos, William Lockeretz afirmó: «Me gustaría decir que hay una clara y consistente diferencia nutricional entre la comida orgánica y la convencional. Y desearía que fuera a favor de la orgánica. Pero la literatura científica no permite afirmarlo a nadie». También Alyson Mitchell, experta en química alimenticia de la Universidad de California, afirma que no está demostrado que la diferencias detectadas en aquellos estudios tengan alguna ventaja nutricional para los humanos («Spiked», 15-01-2007).
Más aún, según algunos, en el caso de que la diferencia nutricional fuera grande, sería menor que las que existen entre una variedad de cultivo y otra, las que dependen de la frescura del producto o de la forma de prepararlo en la cocina.
Mejores para el medio ambiente
Se acusa a la agricultura convencional de utilizar fertilizantes, cuya producción requiere energía y eso significa usar combustibles sólidos. En cambio, la agricultura orgánica no los utiliza. Hasta ahí es más respetuosa con el medio ambiente, pero la producción de fertilizantes es solo una parte del consumo energético. En Gran Bretaña, solo el 4% de la producción agrícola es orgánica. Los grandes supermercados, con su altamente eficiente logística es razonablemente más ecológica que si hubiera que alimentar a toda la población del país a través de pequeñas explotaciones locales. Piénsese solo en el aumento de pequeños vehículos para distribuir los alimentos desde explotaciones pequeñas y dispersas o el considerable aumento del uso de tierra que sería necesario para cultivar sin fertilizantes.
Ignacio F. Zabala