Gran consumidor de hidrocarburos, años atrás EE.UU. se asomó con vértigo a la disminución de sus propias fuentes tradicionales de crudo (mayormente ubicadas en el Golfo de México), y ha experimentado la vulnerabilidad que supone estar a merced de los suministros procedentes de regiones conflictivas del globo, como el Oriente Medio, o de países cercanos con los que sostiene relaciones bastante mejorables, como Venezuela. La solución estaba más cerca que lo que hubiera creído: a un kilómetro o dos bajo su propio suelo, en rocas bituminosas o de esquisto, de las que se extrae el crudo y el gas por fractura hidráulica o fracking.
Foto: Tim Evanson
Una versión de este artículo se publicó en el servicio impreso 06/15
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