EE.UU.: menos presos y más policías

Fuente: The Economist
publicado
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La población penal estadounidense (2,2 millones), que en proporción al total de habitantes cuadruplica el promedio mundial, supone cada año un gasto de 80.000 millones de dólares. Especialistas que han hecho números sostienen que sería mejor no castigar tanto con la cárcel y dedicar más recursos a prevenir el delito aumentando la vigilancia policial.

Un artículo de The Economist refiere que el tema se ha abordado en una reciente conferencia bipartidista en Washington, en la que se dio a conocer el informe «Perspectivas económicas sobre el encarcelamiento y el sistema de justicia penal«, sobre las políticas fallidas, los gastos excesivos y, sobre todo, los costes humanos derivados de la elevada población reclusa.

“Más policías pueden derivar en más arrestos y contribuir a un incremento de los ingresos en prisión. Sin embargo, el crecimiento de la fuerza policial se ha ralentizado en años recientes”, señala el estudio del Council of Economic Advisers (CEA). Y como el número de agentes respecto a la población ha permanecido estable en las últimas tres décadas, “es improbable que los cambios en los niveles de personal policial sean la causa primaria del boom carcelario”.

Más bien, invertir en la policía contribuye a reducir la criminalidad. Pues, según la opinión común entre los criminólogos, lo que más disuade a quien planea delinquir no es la severidad de la pena que puede caerle, sino la probabilidad de ser capturado.

Una de las tesis citadas (Klick y Tabarrok, 2005) describe cómo el incremento de un 10% en el número de policías puede hacer bajar la delincuencia entre un 3% y un 10%. Otra investigación (Owens, 2011) halla que la reducción del crimen a través del incremento numérico de las fuerzas del orden no ocurre únicamente porque los arrestos vayan al alza, sino porque los agentes constituyen, per se, un elemento de disuasión.

A la luz de lo anterior, resulta significativa la comparación de EE.UU. con la media mundial. Por un lado, tiene cuatro veces más reclusos por habitante, y dos veces y media más funcionarios de prisiones. En contraste –y contra lo que pudieran sugerir las noticias procedentes de EE.UU. y sus productos cinematográficos–, su fuerza policial –también en términos relativos– es un 30% menos numerosa.

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