La doctora Christine Cassel, directora del departamento de geriatría de la Facultad de Medicina Mount Sinai (Nueva York), habla en una entrevista publicada en el New York Times (18 septiembre 2001) de su experiencia en la atención de pacientes mayores.
En la pared de su despacho, la doctora Cassel, de 55 años, ha colgado un cuadro que pintó un amigo suyo poco antes de morir. «Lo tengo aquí -explica- para acordarme del coraje con que la gente trata de encontrar sentido al final de su vida».
La doctora disfruta atendiendo a sus pacientes. «Me gusta estar rodeada de personas mayores. Cuando estás con ellos, te recuerdan el valor de la paciencia y la experiencia vital, algo que los demás tendemos a olvidar en medio de nuestra ajetreada existencia».
En Estados Unidos hay pocos geriatras: unos 6.000, mientras que un estudio de la Rand Corp. estimaba hace unos años que el país necesitaría 20.000 para final del siglo XX. ¿Por qué no se forman suficientes médicos en esta especialidad? «A los estudiantes de Medicina -dice la Dra. Cassel- no les atrae. Se tiene la idea de que la geriatría es deprimente. No puedes salvar vidas. No puedes hacer una medicina heroica. Muchos estudiantes terminan su formación sin conocer a un geriatra titulado, de modo que no tienen modelos. Y si los médicos jóvenes no ven a otros que son ‘héroes’ con una señora de 85 años que sufre pérdida de memoria, nunca entenderán lo gratificante que eso puede llegar a ser».
Y la geriatría, continúa la Dra. Cassel, exige formación específica. «Para empezar, hay que saber más sobre medicamentos, ya que los riesgos son diferentes con 90 años que con 70. También se necesita conocer los síndromes del envejecimiento, que no son competencia de ninguna especialidad en particular. Antes, llevabas al médico a una persona con esos síntomas, y el médico te decía: ‘¿Qué quiere? ¡Tiene 80 años! Es normal en la vejez’. Un geriatra buscará una solución al problema. Esto no significa que siempre se pueda curar. Pero a veces se puede hacer algo para mejorar la situación».
La doctora asegura que el ejercicio de la geriatría le ha hecho aprender cosas muy importantes. «Primero, a respetar el valor de la experiencia humana. Segundo, me ha enseñado mucho sobre algo muy viejo y sencillo: cuánto vale el trato con las personas. Con independencia de la edad o las minusvalías, las relaciones humanas son una de las cosas que de verdad importan para la calidad de vida».