El deseo de legitimar la idea del «matrimonio homosexual» ha llevado a tratar de descubrir precedentes históricos. John Boswell, historiador de la homosexualidad y militante gay, muerto de SIDA en 1995, intentó probar esta tesis en su último libro, The Marriage of Likeness: Same-Sex Unions in Pre-modern Europe. El libro se ha traducido últimamente al francés y al castellano, y algunos periódicos han saludado su nueva visión. Al publicarse en Inglaterra, recibió un examen más crítico en la recensión de John Gillingham (The Sunday Telegraph, 5-II-95). Gillingham es un historiador, autor de Ricardo Corazón de León: Parentesco, caballería y guerra en el siglo XII.
La tesis de Boswell es apasionante. Ha descubierto, dice, una antigua ceremonia cristiana de uniones del mismo sexo que funcionaban como «matrimonio homosexual». Sólo en los últimos 600 años, afirma, la Iglesia ha colaborado en la persecución de los homosexuales, y en consecuencia esta antigua ceremonia se perdió o se ocultó hasta que ha sido «redescubierta» por su propia detectivesca investigación histórica. (…) La tesis de Boswell iba a ser un bombazo: «tan controvertida como los manuscritos del Mar Muerto», anunciaron, esperanzados, los editores norteamericanos.
Lo que Boswell «descubrió» eran algunos textos litúrgicos griegos y eslavónicos, que podrían haber sido compuestos en el siglo III, pero que habían sido conservados en manuscritos que databan de los siglos VIII al XVI. Contenían las palabras de una ceremonia llamada adelphopoiesis, que, en traducción literal, significa «hacer hermanos».
La interpretación tradicional de estos textos ha sido siempre la interpretación obvia -y nada apasionante- de que tenían que ver con un juramento de hermandad, una forma de parentesco ritual. Esta interpretación no es nada sorprendente, si se tiene en cuenta la existencia de una legislación que condenaba -y castigaba severamente- la actividad homosexual. En el año 533, por ejemplo, el emperador Justiniano estableció la pena de muerte para los actos homosexuales (y también para el adulterio). (…) Entonces, ¿cómo llega Boswell a la paradójica conclusión de que la Iglesia legitimaba relaciones prohibidas?
En primer lugar, acumula pruebas para demostrar que, en algunos contextos, la palabra «hermano» podría significar «amante». (…) En cien páginas de apéndices Boswell publica una selección de «sus textos», y a título comparativo presenta algunos relacionados con el matrimonio heterosexual. Pocos historiadores ayudan tanto al lector para que llegue a sus propias conclusiones. Parece que Boswell estaba seguro de que sus pruebas eran «incontrovertibles».
Por desgracia, Boswell se engañaba. Las indudables (y heterosexuales) ceremonias matrimoniales de esos manuscritos hacen explícitas referencias tanto al lecho matrimonial como a la actividad sexual. En cambio, aunque Boswell pretende ver un carácter sexual en las uniones del mismo sexo, los textos no hacen ninguna referencia al sexo. Ni, a diferencia de las ceremonias matrimoniales, uno da al otro un anillo de boda. Las ceremonias para «hacer hermanos» subrayan sólo el amor espiritual y el establecimiento de la paz.
(…) Boswell afirma no sólo que muchos griegos y romanos apreciaban las relaciones homosexuales (lo que pocos negarían), sino también que muchos de ellos pasaban por ceremonias de matrimonio homosexual. Aquí su argumentación es floja. De hecho, algunos se «casaron» -como Nerón con Sporus-, pero por eso fueron ridiculizados o criticados. Tales matrimonios estaban lejos de ser tan generalmente aceptados en la Roma pagana como para que fuera probable que fueran asumidos por los fieles de la nueva religión cristiana.
(…) Boswell no ha tenido en cuenta las especiales relaciones de amistad como las «hermandades de sangre», que se establecían en sociedades fuertemente competitivas y dominadas por los varones.
Más grave es que Boswell ni tan siquiera haya considerado la posibilidad de que sus «textos» fueran usados a menudo en ceremonias de reconciliación, para hacer la paz entre dos hombres que habían sido enemigos, y que desde ese momento iban a vivir en amigable concordia. (…)
Pero Boswell no se para aquí. No contento con referirse a la Iglesia ortodoxa griega, asegura que «muchas -probablemente la mayoría- de las primeras sociedades occidentales institucionalizaron alguna forma de unión romántica del mismo sexo». Sin desanimarse por el hecho de que no se haya conservado ninguna versión latina de tal ceremonia, Boswell aduce una sola prueba en apoyo de su hipótesis, un pasaje del pionero estudio etnográfico The Topography of Ireland, escrito por Gerald de Gales a finales del siglo XII.
Gerald se refiere a un «nuevo tipo de matrimonio», que dice que se celebraba en la Irlanda de su época. Boswell traduce así del latín: «Bajo el pretexto de piedad y paz, se reunían en algún lugar sagrado con el hombre a quien deseaban unirse. Primero se unían en pactos de parentesco, luego llevaban al otro dando tres vueltas alrededor de la iglesia. Después… ante el altar, en presencia de las reliquias de los santos y con muchos juramentos, y finalmente con la celebración de la Misa y oración de los sacerdotes, eran unidos permanentemente como en matrimonio».
De hecho, la palabra latina oppetere, que Boswell traduce por «unirse», se debería traducir por «matar». Gerald estaba describiendo ceremonias destinadas a poner fin a enemistades sangrientas, pero que a menudo eran trastornadas cuando una de las partes atacaba «al hombre que quería matar». Es decir, dice Gerald jocosamente, como si los contrayentes de un matrimonio pidieran el divorcio justo en el momento de casarse, realmente «un nuevo tipo de matrimonio».
Considerar que este tendencioso relato anti-irlandés de Gerald sobre una chocante emboscada sacrílega es una prueba de una «ceremonia de matrimonio homosexual» en «muchos -quizá la mayoría- de las primeras sociedades occidentales» es un poco optimista. (…)
Es triste que tanta gente en el establishment literario e intelectual americano y europeo haya creído correcto elogiar profusamente un libro con tan claras deficiencias. Suspender el juicio crítico no ayuda a hacer justicia a los homosexuales.