El apoyo a la pena capital en EE.UU. experimentó un declive en los últimos 20 años, pero ahora, según un sondeo del Pew Research Center citado por The Economist , ha vuelto a escalar: si en 2016 un 49 % de los consultados se manifestaba a favor, ya a inicios de este año el porcentaje era cinco puntos mayor.
“La mayoría de los estadounidenses todavía aprueba la ejecución de quienes cometen crímenes execrables, a pesar del riesgo de que se mate a personas inocentes”, señala la publicación, y añade que ello confunde a quienes piensan que ese tipo de castigo va de salida.
Según explica, tanto el número de ejecuciones como el apoyo público a la pena capital fueron decayendo en las últimas décadas: si Texas la aplicó a 40 personas en 2000, el número de ejecutados había caído a 7 en 2017. Una de las principales razones sería el propio descenso de la tasa de asesinatos en EE.UU., de 10,2 por cada 100.000 habitantes en 1980 a 4,5 en 2014, así como la menor incidencia de crímenes de primer grado.
Para ilustrar cómo se percibe el tema en la sociedad estadounidense, el Pew ha hecho una segmentación según los colectivos sociales. Así, los números indican que el apoyo a la pena capital ha caído entre los demócratas (de 53% a finales de la pasada década a 35% en este momento) y se ha mantenido estable entre los republicanos (77%).
Además, entre los ciudadanos blancos de fe protestante son una gran mayoría (73%) los que la respaldan, 20 puntos más que quienes se declaran católicos. Por sexo, 6 de cada 10 hombres se muestran a favor de mantenerla, mientras que las mujeres se dividen entre un 46% de partidarias y un 45% de contrarias. Por grupos étnicos, los estadounidenses blancos son los que más respaldan la pena máxima, con un 59% de los consultados, seguidos por los hispanos (47%) y los afroamericanos (36%).
Entre otros argumentos, los abolicionistas esgrimen varios de tipo práctico para pedir el cese de esta condena: el alto costo de las ejecuciones, por los dilatados procesos de apelación y la repetición de juicios; la dificultad para adquirir las sustancias venenosas que se utilizan, gracias a la postura contraria de varias empresas farmacéuticas a facilitarlo, y el sufrimiento que causan al condenado las sustancias sustitutivas.
Más problemático, sin embargo, puede ser que la pena de muerte suele aplicarse de modo selectivo: un 75% de los ejecutados fueron sentenciados por haber matado a personas blancas, si bien la mitad de todas las víctimas de asesinatos son negros.
Pese a la tendencia recientemente constatada en la opinión pública, The Economist apunta que las simpatías hacia este castigo decaerán. “Los jóvenes y las minorías étnicas tienden a oponerse más a la pena capital. La demografía está de parte de la abolición, y 19 estados y el Distrito de Columbia la han descartado. Además, un buen número de los que la mantienen no han ejecutado a nadie en décadas. La mayoría de las ejecuciones se efectúan en un puñado de estados, como Texas, Florida y Oklahoma, y los fiscales la piden únicamente en unos pocos condados”.
“Los abolicionistas –concluye– pueden acabar esperando más tiempo de lo deseado, pero los días de la pena de muerte en EE.UU. están seguramente contados”.