Contrapunto
El gobierno alemán (socialdemócratas y verdes) ha presentado en el Parlamento un proyecto de ley para legalizar el ejercicio de la prostitución. Así, las prostitutas podrán tener acceso a la Seguridad Social y demandar a los clientes en caso de impago. Se acabaron las ambigüedades. De las dos corrientes mayoritarias que circulan por Europa -la que considera que la prostitución es una forma de esclavitud y una vulneración de los derechos humanos, y la que ve la prostitución como comercio y actividad regulable-, Alemania ha elegido una. Y de paso ha deshecho una contradicción de consumo interno: la prostitución no estaba prohibida en el país, pero se consideraba por ley «contraria a las buenas costumbres». El legalismo lo cura todo.
Prácticamente cada país tiene un tratamiento legal de la prostitución. España persigue a los proxenetas, aunque es necesario el testimonio de la mujer; Suecia castiga a los clientes; Gran Bretaña no penaliza el tráfico de mujeres, pero sí apostarse en las calles en busca de clientes; etc. Se ve que Alemania no quería perderse la fiesta, aunque aquí el único que está de fiesta es el Derecho comparado.
Los verdes alemanes andan detrás de este proyecto desde hace tiempo. Este gobierno de coalición era la oportunidad, así es que organizaron un debate en el que las ponentes de ambos partidos -por primera vez, todas mujeres- presentaron el proyecto, que se aprobará en verano casi con seguridad.
A partir de ahí, los servicios de la prostituta pasan a ser un «contrato unilateral de obligatorio cumplimiento». Lo de «contrato» permite la demanda por impago. Y lo de «unilateral» garantiza que el cliente no pueda exigir cualquier clase de exceso. Los propietarios de burdeles podrán afiliar a sus empleadas en la Seguridad Social, pero no podrán firmar contratos de trabajo homologables al de otras profesiones. El contrato unilateral dará derecho a seguro médico, pensiones y subvenciones por desempleo. Por suerte, el proyecto no reforma la prohibición del proxenetismo ni la protección a los menores de edad.
En fin, sobre el papel, apariencia de trabajo normal aunque con límites. No quiero pensar cómo serían los cursos de capacitación o los anuncios de puestos vacantes (Zona VIP. Paseo de las Hieródulas, esquina Astarté -donde se ponía la Gretl-. De 11 a 6).
Algunos creen que estas relaciones de derecho ayudarán a las prostitutas a ganar independencia y a poder dejar ese ambiente gracias a los programas de desempleo o a la perspectiva de subsidio (ABC, 20-V-2001). ¿Cómo es posible que la profesión más antigua del mundo ande aún en mantillas?, se preguntan. Lástima que no sea la más antigua. Si no, que pregunten a los trabajadores del campo, también ilegales, que soportan cualquier cosa con tal de quedarse en Europa. Ese sí que es el oficio más antiguo y, ¿dónde están sus contratos unilaterales?
Al contrario, quienes critican el proyecto dicen que la regulación de la actividad ata aún más a las prostitutas al medio en el que trabajan, basado, por otro lado, en estructuras de ilegalidad. Según Carlos Igual, del Equipo Central de Mujer y Menor (Guardia Civil), la regularización haría más fácil la inspección, pero no serviría para erradicar las mafias.
Suecia resolvió el problema de otra forma. En 1999 entró en vigor una ley, gracias al apoyo de organizaciones feministas, para castigar «la compra de servicios sexuales» con penas de hasta dos años de cárcel y fuertes multas. Las prostitutas podrían seguir ofreciendo sus servicios sin incurrir en delito, pero no quienes intentaran hacer tratos con una en la calle, en un club privado o en una casa de citas (ver servicio 4/99).
Es posible que el prohibicionismo a ultranza no sea la solución, ya que la clandestinidad suele empeorar las cosas. Sin embargo, en las calles de Suecia que antes estaban plagadas de prostitutas y travestidos, ahora corretean los niños con sus bicicletas. La ministra de Igualdad entre Sexos, Margareta Winberg -promotora de la ley cuando era ministra de Asuntos Sociales-, quiso comprobar un día el declive de la prostitución. Seguida por un cámara de televisión, esperó a medianoche en la esquina de una de esas calles. «Fue un milagro», dijo después.
Puede que ahora quede gente ejerciendo la prostitución en el país de manera clandestina y más patética que antes, pero no sufra, señora ministra, que Alemania está ahí al lado.
Ignacio F. Zabala