Algunas décadas atrás, la ciudad californiana de San Francisco era vista como la meca del movimiento hippie y de la revolución gay, un sitio donde se integraba la gente “cool” y más o menos contestataria. Hoy no tanto. Cada mañana, jóvenes y bien remunerados ingenieros de la floreciente industria de la informática y las comunicaciones atraviesan la ciudad en unos autobuses blancos, pertenecientes a Google y dotados de todas las comodidades imaginables, de modo que en el trayecto hacia sus puestos de labor en Mountain View (a 60 kilómetros), puedan ir trabajando en sus proyectos. No hay un minuto que perder en un mundo tan competitivo.
Si por aquí va el progreso, no se entiende, a primera vista, por qué motivo grupos de personas con pancarta…
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