Los estallidos de violencia urbana y desórdenes, como los de Inglaterra en estos días o los de las banlieues francesas en 2005, suelen suscitar dos tipos de interpretaciones. Una busca la explicación en la marginación laboral y social de los jóvenes de barrios deprimidos; otra ve en estos jóvenes vándalos el resultado de la crisis de la familia y de la escuela, que no han logrado inculcarles los valores indispensables para la convivencia.
La primera pide como solución más gasto social en esos barrios; la segunda, insiste en recuperar la autoridad familiar y la disciplina en la escuela, como recursos para educar. Ambos diagnósticos tienen su parte de verdad, y las soluciones que sugieren no tienen por qué ser alternativas.
En lo que todos co…
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