John Leo escribe en U.S. News & World Report (Washington, 23-I-95) sobre la tendencia a buscar remedios a problemas sociales por sentencias de los tribunales en vez de cambiar las leyes que los regulan.
En su nuevo libro, A Nation Under Lawyers, Mary Ann Glendon, profesora de la Facultad de Derecho de Harvard, llama «justicia romántica» al aventurado enfoque de los jueces reformistas que desean apasionadamente hacer el bien y que no están dispuestos a que se crucen en su camino la tradición, la ley, los precedentes o las interpretaciones no románticas de la Constitución.
Glendon escribe que el ideal clásico de moderación, imparcialidad y comedimiento «ha encontrado un rival en la imagen del buen juez atrevido, creativo, compasivo, que busca resultados y se siente liberado de los tecnicismos legales». Cree que el caso Brown versus Board of Education inauguró la gran era moderna de justicia romántica. No es fácil decirlo, pues Glendon, como casi todo el mundo, piensa que la sentencia fue justa: la segregación racial en las escuelas era una enorme injusticia. Sin embargo, este caso cambió nuestra cultura legal. Consiguió que los estudiantes de Derecho se entusiasmaran con la posibilidad de utilizar el rápido y limpio camino de los tribunales como medio para conseguir cambios sociales. Muchos abogados y profanos llegaron a pensar que los jueces podrían curar los males de nuestra sociedad.
«Muchos jueces completamente imprudentes empezaron a creer que tenían una varita mágica, -dice Glendon-. Grupos de intereses de todo tipo aprovecharon esta oportunidad de promover sus objetivos apelando a los tribunales en vez de al público. Los románticos aprendieron a invocar la carencia de un «proceso justo» y la necesidad de «protección equitativa» para justificar casi cualquier resultado preconcebido. El Supremo siguió la misma tendencia, multiplicando las decisiones basadas en derechos fundamentales y dejando de lado la legislación. (…)
Roe versus Wade, la decisión del Tribunal Supremo que legalizó el aborto, es la sentencia más importante de la romántica era post-Brown. Es el auge de la justicia romántica posterior al Brown -no la tradicional división liberales-conservadores- lo que ha hecho tan importantes los debates [en el Senado] sobre los nombramientos para el Tribunal Supremo. El absoluto desprecio por la democracia mostrado por algunos jueces románticos resulta inquietante. Dada la tendencia actual de las facultades de Derecho, lo más probable es que el problema empeore. Si algunos jueces están decididos a comportarse como reyes filósofos, la única respuesta democrática apropiada es echarlos abajo en los debates sobre su nombramiento o simplemente no votar a los gobernantes que tienden a nombrar románticos.