Erika Bachiochi, investigadora en el Ethics and Public Policy Center y en el Abigail Adams Institute, está a punto de publicar The Rights of Women: Reclaiming a Lost Vision, una relectura del feminismo que ha despertado expectación. En él subraya que los derechos son inseparables de las responsabilidades hacia los demás, una idea que ha recalcado en la graduación de secundaria de las alumnas de Montrose School, en Medfield (Massachusetts).
Bachiochi, impulsora de un feminismo que defiende la maternidad y la corresponsabilidad con los hombres en el cuidado familiar, sabe que a las chicas a las que hablaba la cultura popular les anima constantemente a perseguir sus sueños. También ella quiere que los persigan, pero con la idea en mente de que no pueden desentenderse de la suerte de los demás. “El mundo está tremendamente hambriento en este momento, hambriento de hombres y mujeres con profundidad, perspicacia, virtud y fe, que contrarresten con su honda alegría la inquietud, la división y la enemistad”.
Para Bachiochi, cuya intervención ha publicado Public Discourse, la invitación a perseguir los propios sueños debería ir de la mano de la exhortación a tomarse en serio las grandes preguntas existenciales: ¿Cuál es mi misión en la vida? ¿Cómo puedo ayudar? ¿Cómo debo vivir?, etc. Pero también “las pequeñas y humildes preguntas de cada día”: aquellas que nos muestran cuáles son nuestros deberes cotidianos. “Esto no significa que no debamos soñar. Significa, sencillamente, que nuestros sueños adquieren un nuevo dinamismo y significado cuando han sido tamizados y crecen orgánicamente en el humus de vivir bien la vida… hoy”.
Poco a poco, dice Bachochi, esas preguntas cotidianas van revelándonos nuestra misión única, a través de preguntas similares a estas: “¿De quién o de qué soy responsable hoy? ¿Cómo puedo emplear bien mi tiempo? ¿Qué debo hacer en esta situación? ¿Cómo puedo tratar a esta persona con el amor y la dignidad que merece?”.
Este tipo de preguntas nos ponen ante la vida real. “Encontramos la misión de nuestra vida no levantando castillos en el aire, sino cumpliendo el concreto deber de cada momento, un momento después de otro. Y a medida que los momentos se entretejen, y las preguntas se formulan y se responden, y los deberes se cumplen, y el amor se da, nos convertimos en las personas preparadas para nuestra misión única. De hecho, haciéndonos responsables de los demás en el aquí y ahora, ya hemos empezado a vivir esa misión”.