La integración de los inmigrantes en las sociedades receptoras es una cuestión cada vez más acuciante. Josep Masabeu, doctor en Pedagogía y director de Braval, explica en esta entrevista algunos de los problemas que hay detrás del fenómeno de la inmigración.
– Ante la diversidad de formas de entender la vida, algunos proponen dejar las convicciones religiosas fuera del ámbito público. ¿Qué papel cumple, a su juicio, la religión en la integración de los inmigrantes?
– La religión es un factor que no se puede infravalorar, ni mucho menos olvidar. A menudo, junto con las personas de su país que encuentra el inmigrante cuando llega, la religión es su primera referencia, aquello que le da continuidad y percepción de su propia identidad. Muchas veces los inmigrantes se reúnen alrededor de sus lugares de culto, que también son un núcleo de solidaridad y ayuda. Pienso que es un buen factor en la estabilización de la persona.
La relación entre personas de varias religiones debe fomentar, y de hecho fomenta, el respeto a las otras creencias, si se consigue un ambiente de comunicación. En Braval hay chicos de 10 creencias: católicos, evangelistas, adventistas, ortodoxos, musulmanes, testigos de Jehová, hindúes, pentecostales, budistas y chicos que no profesan ninguna religión. Nosotros las respetamos todas, pero no escondemos nuestra identidad cristiana.
Observamos que, con toda naturalidad, los chicos hablan de religión, se preguntan entre sí por sus vivencias religiosas y la práctica espiritual de cada uno. No hemos observado ninguna reticencia ni que deje de venir a las actividades ninguna persona debido a la religión. Ojalá este ambiente se pudiera generar a todos los niveles, porque en este momento en las escuelas de Cataluña hay alumnos de 30 religiones. Las religiones deben ser un instrumento de paz.
– Una sociedad pluralista necesita unas reglas del juego básicas, necesarias para gestionar las diferencias. ¿Cómo conjugar esto con la tolerancia?
– La tolerancia es un primer paso en el complejo proceso de construir la cohesión social. Se aprende a nadar, nadando; y se aprende a convivir, conviviendo. Por eso es fundamental construir espacios comunes de convivencia. El ámbito que ofrece más posibilidades es la escuela, y también las instituciones y entidades que desarrollan actividades de tiempo libre.
Un elemento de cohesión es plantear proyectos en los que personas de varias procedencias se vean implicadas y a la vez dependientes unas de otras. Y eso se puede conseguir tanto con unos equipos deportivos, como con un coro, o un grupo de teatro, u otras actividades colectivas.
La hospitalidad tiene también sus reglas, que no se pueden transgredir con un mal entendido multiculturalismo. La diversidad es perfectamente asumible. Pero los inmigrantes deben respetar las tradiciones, símbolos, cultura y religión de los países que los acogen.
El reto de la interculturalidad y del factor multiétnico es consolidar los valores propios para avanzar hacia los valores universales que nos unan a todos, y quizá así conseguiremos enterrar definitivamente el racismo. Es decir, lo singular abierto a lo plural y lo particular abierto a lo universal.