Detroit, Dayton y Baltimore ofrecen programas para facilitar el asentamiento e integración de inmigrantes
“Soy el gobernador más favorable a la inmigración que hay en Estados Unidos”. Con estas palabras quiso distanciarse en febrero el gobernador republicano de Michigan, Rick Snyder, de aquellos de su partido que habían aprobado leyes migratorias restrictivas como las de Arizona, Alabama, Georgia o Carolina del Sur.
Lo de Snyder parecía una machada en toda regla. Pero a su favor podía invocar varios programas organizados en la ciudad de Detroit –donde nació Mitt Romney– que ofrecen ayuda a los inmigrantes para poner en marcha negocios, sacarse el carné de conducir o aprender inglés.
“Global Detroit” es el plan que reúne todos estos programas. Tres de ellos acaban de recibir recientemente una donación de 2,4 millones de dólares con la que se espera enseñar, en un plazo de tres años, a más de 600 inmigrantes pobres a crear sus empresas a través de microcréditos.
Pero el perfil de los inmigrantes que se benefician de otros programas es altamente cualificado. Es el caso de Felicia Chang, de 46 años. Cuando llegó de Pekín a principios de los años noventa, apenas sabía inglés. Tras años de estudio, aprendió el idioma; se licenció con las mejores notas y en 2006 obtuvo un MBA por la Universidad de Michigan. Después de haber trabajado para la General Motors, en 2009 fundó su propia empresa en Detroit.
Detroit, que en otro tiempo fue la cuarta ciudad más grande de EE.UU., se ha convertido en el prototipo de la decadencia de la ciudad industrial. Entre 1950 y 2008, Detroit perdió más de un millón de habitantes, el 58% de su población. Una familia media tiene allí unos ingresos de unos 33.000 dólares, mientras que la media nacional está en torno a 52.000. Además, hay cientos de viviendas vacías dispuestas a ser ocupadas a bajo precio. Con este panorama, se entiende el interés de las autoridades de Detroit por reinventar una ciudad que casi parece fantasma.
Son ciudades que desde hace décadas han estado perdiendo población
Aquí sí sois bienvenidos
Dayton (Ohio) es otra ciudad cuya población está en declive. Desde 1970 ha perdido un 42% de su población, que según el censo de 2010 ha pasado a ser de 141.500 habitantes.
La crisis económica ha golpeado duro a la ciudad, que soporta una tasa de paro cercana al 11%, dos puntos más que la media nacional. Se han perdido cientos de puestos de trabajo con el cierre en 2008 de una planta de la General Motors y el cambio de sede a Georgia de la empresa NCR, después de 125 años.
Pero, según explican los sociólogos Theo y Linda Majka a NBCNews, basta darse un paseo por Dayton para comprobar que la crisis habría sido peor para esta ciudad sin los inmigrantes. En un momento en que la población nacional ha caído allí un 15% desde 2000, los inmigrantes han dado un nuevo impulso a la economía.
En Dayton trabajan médicos indios, profesores universitarios de distintas nacionalidades, propietarios de pequeños negocios que van desde pizzerías turcas hasta talleres de coches llevados por hispanos o modestos mercados. También hay comunidades de iraquíes, turcos, rusos, vietnamitas que, según las autoridades locales, “viven de forma laboriosa”.
Un ejemplo es el cambio que supuso para la zona norte de Dayton el asentamiento en 2004 de un pequeño grupo de turcos en una barriada desangelada. Ahora viven entre 300 y 400 familias; han arreglado y construido nuevas casas; han creado negocios; han dado, en fin, un nuevo aire al vecindario.
El argumento “vemos cómo trabajan y lo hacen bien” es una de las ideas que inspira “Welcome Dayton”, un plan de bienvenida para atraer más inmigrantes a esta ciudad. Así lo explicaba el teniente alcalde Tim Riordan el día de su aprobación, el 5 de octubre de 2011: “Queremos hacer el mayor esfuerzo posible no solo para atraer a más personas creativas y laboriosas, sino para animarlas a que se queden en nuestra comunidad y ayudarlas a que echen raíces para el futuro”.
Además de incentivar la creación de empresas, “Welcome Dayton” pretende que los inmigrantes se integren cuanto antes en la ciudad. A los recién llegados se les facilita la vida de diversas formas: hay protocolos de bienvenida; cursos para preparar los exámenes de ciudadanía; intérpretes en los servicios sociales y sanitarios… Una de las iniciativas que más éxito ha tenido es un campeonato multicultural de fútbol para jóvenes.
Necesitamos 10.000 familias
Baltimore (Maryland) es una de las ciudades de EE.UU. que más dispuesta se encuentra a dar una acogida calurosa a los inmigrantes, sobre todo a los hispanos. Lo contaba hace unos días un reportaje del Washington Post.
El pasado marzo, la alcaldesa demócrata Stephanie Rawlings-Blake habló a una multitud de hispanos para decirles que contaba con ellos para que le ayudaran a atraer las 10.000 familias que Baltimore necesitaba en una década.
Como primera medida para facilitar las cosas, la alcaldesa firmó una orden en la que prohíbe a la policía y a los responsables de las agencias sociales preguntar a cualquier persona sobre su estatus migratorio. La medida está en las antípodas de lo que promulga la controvertida ley de Arizona y su provisión “show me your papers” (muéstrame tus papeles), que ya tiene el visto bueno del Tribunal Supremo de EE.UU. (cfr. Aceprensa, 29-06-2012).
Al igual que Detroit y Dayton, Baltimore lleva varios años ganándose a pulso la denominación de origen “immigrant-friendly city”. Así se presenta en algunos folletos turísticos y en los diversos programas que lanza para atraer a esos cientos de ciudadanos que quiere sumar (en 2011, la población de Baltimore era de 619.493 habitantes, un tercio menos que en 1950).
Alexandra González, de 24 años, es natural de Puebla (México). Según explica a las periodistas del Washington Post, cada año que pasa en Baltimore está más contenta. Ahora está asistiendo a unos cursos gratuitos de nutrición y de inglés que ofrece el ayuntamiento. A sus dos hijos pequeños los lleva a escuchar cuentos en español a la biblioteca de su barrio.