EE.UU. y Europa: dos maneras de afrontar la inmigración

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A ambos lados del Atlántico preocupa la inmigración. Pero hay importantes diferencias en el modo de enfocar el problema, señala «The Economist» (3 junio 2006).

Una gran diferencia, para el semanario británico, está en el ámbito y los temas del debate. En EE.UU. la discusión está muy extendida en la opinión pública y se ha reflejado en grandes manifestaciones callejeras. En Europa, en cambio, la polémica ha implicado menos a la gente y está en parte inhibida porque mezcla otros temas, como el racismo, el derecho de asilo, el terrorismo islámico.

Kathleen Newland, del Migration Policy Institute, de Washington, señala una diferencia de fondo que explica otras. En EE.UU. los inmigrantes están excluidos del sistema de protección social, pero tienen completamente abierto el mercado de trabajo. Es muy fácil, aun para los ilegales, conseguir un empleo, pero el inmigrante, incluso el legal, encuentra dificultades para obtener prestaciones sociales.

En Europa sucede exactamente lo contrario. Como dice Newland, Europa cierra a los inmigrantes del mercado de trabajo, pero les permite acceder a la protección social. Por eso, en buena parte, en los países europeos la población inmigrante tiene una tasa de paro mucho más elevada.

«El resultado -dice «The Economist»- es que en EE.UU. el debate político se centra en la inmigración ilegal, y no existe la idea de que los inmigrantes legales suponen una carga para otros. En Europa (…) se tiende a pensar que los inmigrantes, incluso los legales, se benefician de prestaciones sociales a costa de otros, y se olvida que algunos realizan trabajos que nadie haría si ellos no los aceptaran por tan poco dinero».

Así, en Europa es difícil plantear el problema de la inmigración en términos económicos, y todos los inmigrantes se miran con sospecha. Una consecuencia es que el tema de la inmigración se mezcla con el racismo, lo que envenena el debate. Así, por lo general, en Europa solo los partidos extremistas han aireado las inquietudes de la gente por la inmigración, mientras los de centro no se atreven a plantear los problemas abiertamente por temor a ser tachados de xenófobos.

Una diferencia más es que «en los países europeos los inmigrantes tienen menos representación política. Entre los 36.000 alcaldes de Francia apenas hay inmigrantes; de los diputados de la Francia continental no hay uno solo que lo sea. En cambio, Estados Unidos tiene dos docenas de congresistas de origen latino».

La actitud europea anuncia más problemas en el futuro. «En el próximo cuarto de siglo, los países europeos experimentarán enormes presiones para importar más trabajadores inmigrantes a fin de mitigar el declive demográfico (…). No podrán admitirlos si la opinión pública no está a favor de la inmigración».

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