Desde que el presidente Bush anunció su polémico plan para reformar la Seguridad Social, el debate en torno al papel de la inmigración en Estados Unidos ha adquirido tintes nuevos. Si hasta hace unos meses la inmigración se percibía como una amenaza para la cultura americana, ahora empieza a verse como una fuerza laboral necesaria para impulsar el crecimiento económico y resolver en parte el problema de la financiación de la Seguridad Social.
Un estudio realizado por profesores de Economía de la Northeastern University, del que se hace eco «International Herald Tribune» (21-02-2005), muestra que en la década de los noventa los inmigrantes ocuparon casi un 50% de los nuevos puestos de trabajo creados en ese período de fuerte crecimiento. Sin embargo, los que llegaron entre 2000 y 2004 han ocupado algo más de 2 millones de puestos de trabajo, lo que equivale a prácticamente todo el crecimiento del empleo en esos años.
La mayoría de los inmigrantes llegados a Estados Unidos en los últimos cuatro años son personas en busca de trabajo, y no tanto refugiados o solicitantes de asilo como ocurría antes. Además, ha aumentado el número de los que tienen alguna cualificación profesional. Cerca de un 85% de los recién llegados ha encontrado ya un puesto de trabajo, un dato significativo si se tiene en cuenta que sólo un 60% de los nacidos en el país trabajan. Da la impresión de que los inmigrantes con poca cualificación profesional no tienen grandes dificultades para encontrar empleo.
Para Andrew Sum, uno de los autores del estudio, los trabajadores inmigrantes se han convertido en la primera mano de obra empleada en muchos sectores. Aunque poco a poco empiezan a hacerse presentes en profesiones cualificadas (sobre todo, en el campo sanitario), la mayoría sigue trabajando en sectores como la construcción, la hostelería y el servicio doméstico.
Para muchos expertos, la entrada de inmigrantes jóvenes en Estados Unidos es algo beneficioso desde el punto de vista económico. En un mercado de trabajo cada vez más globalizado, los inmigrantes aportan una mano de obra que permite a Estados Unidos competir con China e India. Por otra parte, dicen, la inmigración permite contar con la población activa necesaria para afrontar los gastos sociales que generarán los jubilados.
En este sentido, un estudio realizado por la National Foundation for American Policy muestra que si la inmigración legal crece un tercio durante los próximos 75 años, con sus cotizaciones se reducirá un 10% el déficit de la Seguridad Social.
Según el estudio, esto se explica porque la mayoría de los inmigrantes que llegan ahora a Estados Unidos son jóvenes dispuestos a trabajar, que estarán durante años pagando cotizaciones a la Seguridad Social antes de empezar a recibir sus pensiones. De todos modos, es aventurado hacer proyecciones a largo plazo sobre la financiación de la Seguridad Social.