Ha sido un shock para Cuba la huida, vía Canadá, de Carlos Otero, el más famoso humorista y presentador de televisión. Pero, de un modo mucho más arriesgado, los cubanos que abandonan clandestinamente el país hoy lo hacen en mayor número a través de México que atravesando el estrecho de Florida.
Carlos Otero, 49 años, presentador del programa estelar “Con Carlos y punto”, había logrado persuadir a las autoridades para que le dejaran viajar a Toronto con su mujer y los dos hijos, de 10 y 8 años. En la ciudad canadiense iba a realizar por segundo año consecutivo un show de fin de año. Pero cruzó a EE.UU. por Buffalo (New York) y pidió acogerse a la ley que permite legalizar inmediatamente su situación a los cubanos que ponen pie en territorio estadounidense.
Una vez allí, reveló su intención de trabajar en la televisión de Miami AmericaTeVe. “No pienso pedir más permisos a nadie para expresarme, moverme por el mundo o hacer lo que quiera hacer”, explicó. Mientras mantenga la audiencia no habrá problema.
Otros 20.000 cubanos llegan legalmente a EE.UU. gracias a la cuota anual de visados que concede el gobierno americano, tras estudiar su petición.
Algunos aprovechan las salidas de grupo al extranjero, y deciden no regresar. El caso más reciente es el de diez integrantes del Circo Nacional de Cuba (Circuba), que abandonaron la compañía y huyeron de la Feria Internacional Ganadera de Querétaro, en México.
El resto son inmigrantes ilegales, que siguen arriesgando vidas y dinero para que los traficantes les pasen a las costas de Florida o al sudoeste de EE.UU. a través de México. En los últimos tiempos, la vía mexicana es la más concurrida, a pesar de ser la más peligrosa. Según declaraciones del cónsul americano en Cuba, de octubre de 2005 a septiembre de 2006, unos 10.000 cubanos llegaron por la frontera con México frente a 7.500 por Florida.
La ruta a Florida (90 millas) es más directa que la de México, pero está más vigilada. Y si el servicio de guardacostas americano descubre a la embarcación antes de que entre en aguas jurisdiccionales, la reenviará a su país, en virtud del acuerdo entre Cuba y Washington.
En cambio, si el cubano consigue tomar tierra en EE.UU., puede quedarse y pedir permiso de residencia. Es la política del llamado wet foot / dry foot: el cubano a atrapado en el mar (pie mojado) no puede entrar y el que toma tierra (pie seco), sí.
Ahora las autoridades americanas han bautizado como dusty foot (pie polvoriento) a los cubanos que llegan a la frontera a través de México. Tras una travesía por mar de 140 millas desde Cuba a las costas mexicanas, tienen que hacer un duro viaje hasta la frontera norte del país. Pero una vez allí, a diferencia de otros inmigrantes sin papeles, pueden presentarse a las autoridades de la aduana y, tras una indagación, quedarse en EE.UU. Es un trato de favor que la ley concede a los cubanos.
En EE.UU. el tema es controvertido. En la lucha contra la inmigración ilegal, hay voces que despotrican contra la excepción que beneficia a los cubanos. Las autoridades dicen que la mayoría de los viajes de estos cubanos son organizados por traficantes, que lo hacen por dinero. En muchos casos, son los parientes de Miami los que establecen el acuerdo, pues piensan que es el único medio para que sus familiares se reúnan con ellos y escapen de la dictadura castrista. Y la colonia cubana exiliada pesa mucho, sobre todo en Miami.
México considera que está atrapado en medio de la larga disputa entre EE.UU. y el régimen cubano. Por una parte intenta mejorar sus relaciones con La Habana y luchar contra los traficantes; por otra, no quiere malquistarse con Washington, a la espera de un acuerdo sobre inmigración.
México repatría a clandestinos cubanos encontrados en el mar, pero rara vez devuelve a los que han entrado en su territorio, sino que les proporciona un documento que les da tres días para abandonar el país.
El régimen de Castro se queja de que no exista un acuerdo de inmigración entre México y Cuba, que en su caso permitiría devolver a los ilegales. El embajador cubano en México ha declarado que la situación actual perjudica a ambos países.
El remedio más radical sería que el gobierno cubano quitara las restricciones para salir del país, lo que trasladaría el problema a los países receptores, que deberían definir su política de visados. Pero en Cuba el pasaporte todavía no es un derecho.