Family and Media comenta una serie de siete documentales emitidos por la televisión pública noruega NRK en 2011 sobre el peso de la biología y de la cultura en el comportamiento humano (el conjunto se llamó Nature vs Nurture, “natural o adquirido”). Fueron realizados por el cómico y actor Harald Eia, y mezclan el tono de investigación con toques de humor. “La paradoja de la igualdad de género” (ver abajo) es el primero de ellos. Eia se pregunta cómo es posible que en el país más igualitario del mundo –según un informe de 2008– solo el 10% de los trabajadores técnicos sean mujeres, y en cambio estas constituyan el 90% en el personal de enfermería.
Durante todo el documental se suceden entrevistas a estudiosos de la igualdad de género y a ciudadanos corrientes. Es llamativa la divergencia de sus puntos de vista. Para los primeros, la segregación laboral es producto de una cultura que estereotipa los roles del hombre y de la mujer. Como explica uno de ellos, si la sociedad –ese intangible que las teorías de género siempre conciben como una fuerza machista y ciega– tratara igual a ambos sexos, habría tantos enfermeros como enfermeras y tantas ingenieras como ingenieros.
Sin embargo, cuando Eia visita una empresa de ingeniería y un hospital, las respuestas de los directamente implicados son muy diferentes. Especialmente reveladoras por su simplicidad son las de las enfermeras. Cuando Eia les pregunta por qué creen que las mujeres no escogen carreras técnicas tanto como los hombres, responden que “son muy aburridas”. Así de sencillo. Prefieren las profesiones que implican trato humano.
Estas preferencias han demostrado estar fuertemente arraigadas en el país más igualitario del mundo. Como reconoce una expolítica, los programas que se pusieron en marcha para reclutar hombres enfermeros y mujeres ingenieras fueron un fracaso. Quizá conseguían algo los dos primeros meses, pero luego todo volvía a su cauce anterior. De hecho, la juventud noruega de hoy en día es más “tradicional” en sus elecciones académicas y laborales que la de hace quince años. En cambio, en países más hostiles para la mujer –tanto en el estatus social como en lo económico–, ellas tienden a escoger más “trabajos de hombres”. A mayor progreso social y económico, más “desigualdad de género”.
Cuando Eia muestra estos datos a los teóricos de la discriminación machista, la respuesta va desde “es un misterio” a “tiene que ver con cómo educamos desde jóvenes a chicos y chicas”. Sin embargo, no parece que la educación en otros países menos desarrollados sea mucho más sensible con las tesis feministas que la occidental. Según el artículo publicado en Family and Media, el documental de Eia parece indicar que en los países en que las mujeres tienen una posición de desventaja en lo económico y lo social, tienden a elegir más profesiones técnicas para avanzar. Pero una vez nivelada la balanza, como en Noruega, pueden escoger lo que realmente prefieren. La pregunta entonces debería ser: ¿el objetivo de la lucha por la igualdad era mimetizarse con las inclinaciones del hombre o tener libertad para elegir lo que se quiera?