Según un sondeo reciente del Pew Research Center, uno de los mayores institutos demoscópicos de EE.UU., un 60% de la población norteamericana respalda que un empresario pueda rechazar un encargo en caso de que aceptarlo pudiera dar a entender su apoyo a una causa que contraría sus propias creencias.
La pregunta se refiere específicamente al movimiento LGTB, y cita un caso pendiente ante el Tribunal Supremo, en el que se juzga si una diseñadora de páginas web puede negarse a crear contenido para bodas homosexuales, algo que le negó en primera instancia un juzgado de Colorado.
No es el primer caso de este tipo en llegar al más alto tribunal del país. En los anteriores (los organizadores de un desfile por San Patricio, un pastelero, una agencia de adopción), los jueces han dado la razón a los empresarios.
Con frecuencia, quienes se oponen a la libertad de conciencia en temas LGTB han tratado de presentar a los objetores y quienes los apoyan como un grupo reducido de fanáticos religiosos. Sin embargo, la encuesta del Pew muestra que no es así.
El apoyo a los empresarios es mucho mayor entre los republicanos (más del 80%) que entre los demócratas (40%), pero es significativo que incluso entre los votantes de este partido –que ha hecho de las políticas LGTB una de sus banderas–, cuatro de cada diez no consideren justo que se impongan determinadas convicciones a los demás. Por otro lado, el respeto a la conciencia del empresario es mayoritario no solo entre protestantes y católicos, sino también –aunque por un estrecho margen– entre los que se declara “sin afiliación religiosa”.
Aunque la diseñadora de páginas web ha citado sus convicciones religiosas como motivo para rechazar el encargo, no es necesario invocarlas para defender la libertad de conciencia. Lo explicaba muy bien Ignacio Aréchaga en su blog a raíz del caso del pastelero de Colorado: “De hecho, en otros campos se entiende muy bien esto. Un abogado no está obligado a aceptar cualquier caso, a no ser que haya aceptado el turno de defensor de oficio. A un fabricante de camisetas latino en EE.UU. no se le obliga a servir a un cliente que quiere imprimir una con el lema “¡Deportad a los indocumentados!”, aunque esto sea perfectamente legal. A una librería feminista no se le acusa de discriminación por no vender a un cliente Cincuenta sombras de Gray, ni a un librero judío por no tener en stock las obras de Céline”.