Prevenir es la mejor opción

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La lucha contra los abusos sexuales a menores ha llevado en muchos países a endurecer las penas, crear comisiones de investigación sobre hechos del pasado, obligar a denunciar ante cualquier sospecha… Pero nada debe hacer olvidar que lo más importante es asegurar la protección de los niños mediante la prevención. ¿Las políticas adoptadas lo están favoreciendo? Es dudoso, a juzgar por un reportaje publicado el pasado mes en The Economist.

Como este abuso ha estado tan encubierto en la sociedad, dice el semanario británico, ningún crimen es menos comprendido. Consideramos que los que lo perpetran son unos monstruos, y por eso se ha hecho más hincapié en el descubrimiento y el castigo que en la prevención. Pero “comprender la atracción sexual hacia los niños es esencial para asegurar su protección”.

Las leyes que obligan a informar a la policía ante cualquier sospecha han contribuido poco o nada a proteger a los niños

En primer término, hay que despejar algunas falsas ideas sobre el tipo de personas que cometen este delito. Según fuentes consultadas por el semanario, no todos son pedófilos, es decir, adultos cuya principal orientación sexual se dirige a menores antes de la pubertad. De hecho, estos son probablemente una minoría. Algunas víctimas son sexualmente maduras, aunque estén por debajo de la edad de consentimiento.

Un tercio de los abusadores son otros menores, que no son necesariamente pedófilos, pues su interés sexual puede cambiar mientras ellos crecen. Algunos son personas con escasas habilidades sociales, que temen que los adultos rechacen sus insinuaciones sexuales. También se ha observado que “la preferencia por personas del mismo sexo es mucho más común entre pedófilos que entre hombres que buscan una pareja adulta: se cree que más de la mitad prefieren chicos”. También está claro que solo un 5-7% de los acusados por este delito son mujeres.

Una orientación sexual

Si se trata de hacer luz sobre este problema, hay que intentar comprender mejor sus causas. Las teorías son variadas. Unos piensan que la pedofilia tiene una causa genética; otros dan más importancia a las experiencias vitales. De hecho, entre un tercio y la mitad de los abusadores sufrieron a su vez abusos cuando eran niños.

Si los pedófilos fueran “nacidos así”, estaríamos ante una orientación sexual fija, ante la que habría poco que hacer. “En la medida en que la pedofilia es una orientación, como ser homosexual o heterosexual, los intentos para cambiarla son probablemente inútiles”, llega a decir The Economist. Pero, a diferencia de otras orientaciones sexuales, en este caso nadie pide respetarla o aceptarla. En plena revolución sexual de los años 70, había grupos feministas y pro derechos civiles en Norteamérica y en Europa que defendían que la relación sexual entre un adulto y un menor podía ser de mutuo acuerdo e incluso educativa, y que pedían rebajar la edad de consentimiento sexual en nombre de la libertad de los niños. Luego estos grupos se disolvieron.

La posibilidad de tratamiento

Como no todos los que sienten esta inclinación son pedófilos ”exclusivos” – otros sienten también atracción por adultos–, hay expertos que se plantean cómo ofrecer ayuda terapéutica a estas personas. Al considerar a todos como “monstruos” no se les ofrece ningún tratamiento. La experiencia de abusadores que habían sido sometidos a tratamiento psicológico y que luego reincidieron puede haber desacreditado la terapia en estos casos, pero The Economist recoge algunas iniciativas que asumen esta ingrata tarea.

Ofrecer ayuda terapéutica a los que sienten esta inclinación puede ayudar a la prevención

Una de ellas es el servicio online Stop it Now, que ofrece ayuda confidencial en el Reino Unido y que recibe 700-800 peticiones al mes. Fue idea de Fran Henry, una americana que sufrió abusos por parte de su padre y que luego se ha dedicado a entrevistarse con abusadores condenados. “Muchos dicen que habían luchado consigo mismos antes de cometer el delito y pensaban que nunca habrían empezado si hubieran podido contar con un tratamiento”. Por el momento, hay escasa evidencia científica sobre la eficacia de estas terapias.

En cualquier caso, es mejor conocerlos y tratarlos, según dice Jenny Michell de Stop it Now: “Aunque los pedófilos son una minoría de los que cometen abusos contra niños, es importante entenderlos, porque están entre los abusadores más depredadores y reincidentes”.

Otra atrevida iniciativa es la de Virtuous Paedophiles, una web puesta en marcha por pedófilos determinados a reprimir sus deseos, y que ofrece consejo y ayuda a los que están en esa situación. Están convencidos de que las personas con esa tendencia pueden evitar cometer abusos y llevar una vida un tanto satisfactoria. En cambio, la idea de que el que tiene esta inclinación está determinado a cometer abusos, no ayuda a la prevención.

En muchos países se ofrece a los condenados por estos abusos la ayuda de fármacos para controlar sus impulsos. Medicinas que apagan las obsesiones y reducen la líbido, o que bloquen la acción de las hormonas sexuales masculinas. Algunos abusadores las ven como una bendición, pero solo funcionan con una minoría.

En Alemania existe el proyecto preventivo Dunkelfelt, que ofrece tratamiento confidencial a todos los que sienten esta inclinación, aunque no hayan tenido ningún problema con la ley. En la TV se han pasado anuncios con este mensaje: “Nadie es culpable por sentir una inclinación sexual. Pero cada uno es responsable de su conducta”, una idea que sintoniza con lo que predica la Iglesia católica a propósito de la orientación sexual (cfr. Catecismo de la Iglesia católica, nn. 1767-8; Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, n. 3).

La obligación de denunciar

La experiencia de este proyecto preventivo es que más de la mitad de los que han querido someterse al tratamiento nunca han sido acusados de cometer tal delito. Los médicos participantes se comprometen a no decir nada a la policía. Hay quien critica esta confidencialidad, pero los que la apoyan afirman que solo así los de tendencia pedófila pedirán ayuda, lo que favorece la prevención.

En bastantes países se han aprobado leyes que obligan a cualquiera que tenga sospecha o noticia de abusos a informar a la policía. A primera vista esto parecer un arma útil para evitar el encubrimiento en instituciones, pero los testimonios recogidos por The Economist hacen dudar de que esta medida esté siendo eficaz.

Las leyes han buscado más el castigo de los abusadores que la prevención

Según un estudio de Laura Hoynao, jurista de la Universidad de Oxford y especialista en abusos de menores, estas leyes han contribuido poco o nada a proteger a los niños. La obligación de informar puede tener efectos perversos. Un informe de 2013 sobre la experiencia de Queensland, estado australiano donde se exige informar cuando exista una “sospecha razonable” de abuso de menores, es poco alentador: hubo notificaciones sobre el 7% del total de niños del estado, y las tres cuartas partes eran infundadas. El informe concluyó que familias inocentes habían sido dañadas por intromisiones de la investigación.

Por otra parte, las leyes que obligan a denunciar pueden hacer que las víctimas se resistan a hablar. Si saben que al hablar del problema con alguien en quien confían, por ejemplo un maestro, sus palabras van a ser trasladadas a la policía, pueden preferir el silencio.

El reportaje de The Economist pone en duda la eficacia de medidas bienintencionadas adoptadas en plena indignación de la opinión pública, y que a veces buscan más el castigo de los abusadores que la prevención.

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