Contrapunto
Si en otros tiempos el feminismo luchó por el derecho de la mujer al voto, hoy la meta es una mayor presencia femenina en el poder político. Un objetivo para el que incluso se propone un sistema de cuotas en las candidaturas de los partidos. En España, curiosamente, los resultados de las últimas elecciones municipales muestran que la participación de la mujer en el poder local está afianzándose sobre todo a través de las amas de casa.
Según el estudio hecho por la Federación Española de Municipios y Provincias sobre las elecciones del pasado junio, el porcentaje de mujeres elegidas para los ayuntamientos, que antes era el 13,5%, ha aumentado hasta el 24%. La proporción de alcaldesas ha subido del 4,5% al 9,4%.
Si se observa la situación socioprofesioanal de las concejales elegidas, es significativo que el grupo más importante -casi el 30%- está constituido por amas de casa. Un grupo al que un análisis tópico acostumbra a presentar como volcado exclusivamente en las preocupaciones domésticas, es el principal vivero de mujeres activas en la vida política municipal. Probablemente este predominio se debe a que las amas de casa tienen algo de lo que carecen hoy otras muchas mujeres que trabajan fuera de casa: tiempo. Una pista puede ser que el segundo grupo más representado (13,5%) entre las concejales es el de profesora del sector público, categoría que suele disponer de un horario más holgado.
Sin duda, es más difícil que una mujer que a duras penas consigue conciliar la doble jornada en la empresa y en la familia, encuentre también tiempo para participar en la vida política. La creciente incorporación de la mujer al trabajo profesional, sin un cambio en los horarios laborales e insuficiente participación del hombre en el frente doméstico, hace que la participación política de la mujer se estrelle contra el factor tiempo más que contra una discriminación buscada.
No es extraño, pues, que gran parte de la presencia femenina en actividades que configuran el tejido social -asociaciones, voluntariado, relaciones con la escuela, vida política…- dependa de amas de casa que tienen tiempo y ganas. Es una aportación sustancial que, sin embargo, muchas veces pasa inadvertida cuando la tasa de actividad femenina se mide sólo por la incorporación al mercado laboral.
Esta mayor presencia femenina en la vida municipal puede empezar a cambiar algunas inercias que, de hecho, dificultan la participación política de la mujer. Así, una de las alcaldesas elegidas declaraba uno de los cambios introducidos: «Ahora las reuniones del equipo de gobierno suelen empezar a las cinco de la tarde. Hemos cambiado los horarios para que a eso de las ocho de la tarde todos puedan estar en casa o donde les guste estar». Y es que, en buena parte, la mayor presencia de la mujer en la vida política no es tanto cuestión de cuotas como de tiempo y mentalidad. Si las actividades de los partidos y de las instituciones se organizan dando por supuesto que los participantes pueden llegar a cualquier hora a casa, se estará discriminando de hecho a la mujer e impidiendo también que el varón asuma sus responsabilidades domésticas. Para favorecer la participación política de la mujer, antes que cambiar las leyes, habrá que empezar por cambiar los horarios.
Ignacio Aréchaga