Malmö. En Suecia se está debatiendo la posibilidad de legalizar el suicidio con cooperación médica, a raíz de un memorándum que el Consejo de Ética Médica entregó al Gobierno.
Este Consejo pide que se estudie la posibilidad de “asistencia médica a la libre elección de la muerte”, es decir, quiere que se examine la posibilidad de que los médicos cooperen con los pacientes gravemente enfermos que quieren terminar con su vida.
Este memorándum ha hecho que la mayoría de los suecos expresen lo que piensan. Entre ellos, el obispo católico Anders Arborelius comentaba en una carta a la prensa que permitir esto significaría un giro ético brutal en la forma de considerar a los enfermos y moribundos, que son los que más necesitan nuestra proximidad, nuestra atención y la garantía de que no vamos a darles la espalda. Una sociedad que no escatima cuidados a los pacientes al final de su vida demuestra que es una sociedad que se preocupa por todas las personas, tanto débiles como fuertes. Una sociedad que permite que los médicos, en lugar de asistir a sus pacientes, les ayuden a suicidarse, es una sociedad que da señales de que ha renunciado a los esfuerzos para proporcionar una atención óptima.
Las leyes y decisiones reflejan nuestros valores, advierte Mons. Arborelius. Si la sociedad da luz verde para cometer suicidio cuando se está gravemente enfermo, refleja que la vida de un enfermo de gravedad no vale la pena vivirse. ¿Qué mensaje transmite a otros gravemente enfermos? ¿A las personas con discapacidad? ¿A aquellos que se encuentran al final de su vida? ¿A los que padecen una profunda depresión?
Esas personas ¿desean realmente suicidarse? ¿Quieren morir? ¿O es que experimentan que están siendo una carga para sus seres queridos? Como seres humanos y como sociedad, hay que dedicar todas las energías para tratar de entender el porqué de una petición de suicidio, de manera que podamos ayudar.
Uno se hace médico para proporcionar a los pacientes la mejor atención posible y para ayudar a la gente a vivir, no para ayudarles a suicidarse, subraya el obispo. La sociedad no debe exigir a los médicos que participen en el suicidio legal asistido. El suicidio asistido significa, aunque se usen palabras grandilocuentes para amortiguar el hecho, que el médico comparte la responsabilidad del suicidio.
Otras voces que se oyen en este debate son lógicamente las de los mismos médicos. En una encuesta realizada entre 1.200 médicos suecos, el 35% se mostró favorable al suicidio asistido, el 40% se opuso, mientras que el resto están indecisos.
Los más inclinados a esta propuesta son psiquiatras y médicos con muchos años en la profesión. Sin embargo, para Niels Lynöe, profesor de ética del Karolinska Institutet (KI) en Estocolmo, ha sido una proporción inesperadamente alta la de los médicos que están dispuestos a cooperar en suicidios. “Habíamos creído que la resistencia sería mayor dentro de la profesión médica”, comentó Anna Lindblad del KI, donde se realizó el estudio.
Lynöe está convencido de que ya hoy una serie de médicos suecos recetan fármacos que pueden causar la muerte a enfermos graves que quieren suicidarse, aunque esto no es posible verificarlo.
Y la respuesta entre el público en general ha sido aún más permisiva. En una encuesta recientemente realizada por la revista Focus, por ejemplo, el 47% de los suecos apoya la eutanasia activa.