Tiempos de quejas

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“Me quejo, luego existo”, podría ser el lema de algunos grupos. Y cuando la protesta se centra en un solo personaje, la reunión de gritos puede dar lugar a extrañas cacofonías. Lo hemos visto estos días en Londres con motivo de la visita del Papa. Quizá porque sabían que serían menos que los que aplaudían, los críticos han sumado todas las minorías disidentes para hacer bulto. Y así, los que llevaban la pancarta de “Religion is stupid” y los que describían a la Iglesia católica como la barbarie institucionalizada, iban de la mano con los que pedían “¡Ordenación de mujeres, ya!”. Es como si los antitaurinos se quejaran de que no se da paso a las mujeres torero. Otras veces los quejosos invocan precisamente el valor que su conducta niega. Es …

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