Numerosas instituciones italianas han establecido en los últimos meses códigos éticos para sus empleados o afiliados: un fenómeno que aúna entidades tan diferentes como la Fiat, la Democracia Cristiana, el grupo industrial estatal «Eni», los colegios de periodistas o las cadenas privadas de televisión.
Lo que llama la atención es que este fenómeno se haya producido en tan escaso margen de tiempo, casi como si hubiera sido necesaria la «tormenta de la corrupción», sacada a flote en el último año por acción de la magistratura. Desde entonces, muchas instituciones han puesto a punto un elenco de normas éticas, anunciando sin pudor que «la honestidad es rentable».
El último grupo en descubrirlo ha sido la Confindustria, la confederación de empresas privadas, que aprobó su propio «Código marco de ética para las empresas». Consta de ochenta artículos que tratan de un amplio abanico de temas, desde los sobornos hasta el acoso sexual en el lugar de trabajo. En su redacción ha trabajado durante tres meses un equipo integrado por filósofos, juristas, sociólogos y economistas.
Ante la observación de que estas reglas llegan demasiado tarde, y tal vez con el propósito principal de rehabilitar la imagen ante la opinión pública, los interesados responden que «más vale tarde que nunca». Para algunos comentaristas, de todas formas, el fenómeno es positivo. Se ha dado un paso adelante, aunque el planteamiento de fondo, en muchos casos, quizá responda a criterios utilitaristas.
Con todo, y a fuerza de noticias sobre detenciones e investigaciones judiciales, la honradez se ha convertido en un valor que, al menos de palabra, está de moda entre los italianos. Hasta la radio estatal ha convocado un concurso entre sus radioyentes, cuyo tema es precisamente «la honradez». Se trata de presentar anuncios radiofónicos originales de medio minuto de duración. Un jurado de especialistas premiará los mejores, que gozarán también del priviliegio de ser emitidos.