Una cuestión de vida o muerte en manos de muchos intereses

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La revista médica The Lancet, junto con algunos profesionales que trabajan en la Organización Mundial de la Salud, ha preparado una serie de artículos que están siendo publicados desde principios de noviembre en la revista. El objetivo común es advertir sobre la deficiente atención prestada a la salud reproductiva en estos últimos años. Se afirma con acierto que atender este problema es una cuestión de «vida o muerte», porque provoca una importante carga de enfermedad, discapacidad o muerte que afecta especialmente a mujeres y menores de edad en todo el mundo.

Sin embargo, es lamentable que en varias líneas editoriales de The Lancet se mezclen conceptos científicos con apreciaciones ideológicas y sectarias, como la afirmación de que «fuerzas políticas, religiosas y culturales conservadoras» sean las que parecen amenazar los progresos logrados desde 1994. El editor de The Lancet, Richard Horton, no duda en afirmar en tono acusador que «la Iglesia católica ha rechazado, por razones doctrinales, técnicas sencillas y eficaces de planificación familiar que hubiesen tenido un impacto sustancial no sólo sobre las tasas de fecundidad sino sobre las tasas de desarrollo humano». Horton acaba afirmando que existe un ambiente de «censura política» en muchas instituciones de Salud Pública que esperan corregir con estos artículos supuestamente «basados en la evidencia científica».

Sin datos solventes

En la serie de artículos de The Lancet se hacen afirmaciones en nombre de la evidencia científica, pero luego se descubre que muchos de ellos no se basan en datos solventes. Se afirma que la mala situación de la salud reproductiva mundial (abortos, embarazos en adolescentes, infecciones de transmisión sexual, pobre salud materna) se debe a la creciente atención prestada a otras medidas de salud pública como las que pretenden prevenir el sida haciendo más énfasis en el retraso del inicio de relaciones sexuales o en la monogamia mutua.

Sin embargo, es de dominio público que desde 1994 se han gastado recursos ingentes en programas «oficiales» para implementar en todo el mundo programas de contracepción o únicamente de reducción del riesgo de sida a través del reparto masivo de preservativos. Es poco creíble que los recursos que recientemente se destinan a programas de evitación de riesgo (fomentar la castidad y monogamia mutua) puedan ser la causa de estos fracasos mundiales de la salud reproductiva. La creación de estos nuevos recursos se debe precisamente a la preocupación por el fracaso creciente de las políticas anteriores y es un intento para revertir la situación.

La exportación de preservativos de EE.UU. a África, Asia y América ha ido creciendo año tras año desde 1995. En 2005, se han superado los 612 millones de preservativos exportados. Lo que se está haciendo ahora es destinar también recursos a programas de evitación de riesgo (promover el retraso del inicio de relaciones sexuales y la monogamia mutua). No tiene ningún sentido culpar a estos recursos adicionales, más recientes y más modestos, del fracaso que la salud reproductiva va acumulando desde 1994.

Se echa en falta en The Lancet una mayor objetividad y una actitud más crítica frente a algunos tópicos dominantes. En la tabla siguiente, se resumen algunos conflictos de intereses que no parecen inquietar a los editores de esta revista. En las publicaciones científicas es habitual que los autores tengan que manifestar abiertamente cualquier conflicto de interés respecto al tema del que escriben. Es asombroso que los autores del trabajo titulado «Aborto inseguro, la pandemia prevenible», hayan necesitado 50 líneas para redactar sus conflictos de intereses. Esto es absolutamente insólito en una publicación médica.

En realidad, en el fondo del debate hay un desacuerdo profundo sobre el significado de la sexualidad humana, mezclado con poderosos intereses económicos. Probablemente no se consiga mejorar la salud si en primer lugar no se dejan de lado los intereses comerciales que se oponen a la salud pública. En segundo lugar, no se deberían financiar programas que no hayan demostrado su eficacia para cosechar mejoras en salud. En cualquier caso, se debería seguir reflexionando sobre el verdadero significado de la sexualidad «humana».

Lobby, grupos de presión o de activismo Falacias en las que se basan, sin datos científicos
Industria y comercio del sexo
  • Niegan dar prioridad a lo que funciona para la mayoría: retrasar el inicio de relaciones sexuales y la monogamia mutua (1).
  • Mantienen que los programas centrados en el concepto de «sexo seguro» no aumentan la promiscuidad.
  • Afirman que el matrimonio no protege de la promiscuidad.
  • Niegan que la multiplicidad de parejas sea el determinante en las epidemias. Esto equivale a negar que dejar de fumar evite los problemas del tabaco.
  • Critican la efectividad de promover el retraso del inicio de relaciones sexuales y la monogamia mutua, aunque diversos estudios han demostrado su éxito.
  • Afirman que la pobreza es el determinante principal de la epidemia del VIH/SIDA prescindiendo de otros determinantes culturales y sociales más obvios.
  • Se habla más del «control» de las infecciones de transmisión sexual que de su «prevención». El control es una solución más bien «técnica» que reduce un riesgo mientras que la prevención lo evita.
Industria de la anticoncepción y burocracia mundial de la planificación familiar: el comercio con fármacos destinados a personas sanas y/o productos de un solo uso es lo más lucrativo para la industria farmacéutica.
  • Afirman sin proporcionar pruebas que solamente habrá desarrollo si se reduce la población.
  • Se plantea la reducción de población con medidas coactivas sin denunciar con vigor estos atropellos (véase el caso de China, que no se menciona en ningún momento).
  • Afirman que los contraceptivos previenen el aborto aunque esté ocurriendo exactamente lo contrario.
  • Ignoran el hecho de que millones de embarazos en adolescentes son debidos precisamente a que se ha fomentado un ambiente de pansexualismo y de promoción indiscriminada e irresponsable del preservativo, que falla en un 15%-20% como contraceptivo.
  • Los métodos de planificación familiar natural (PFN) son seguros, eficaces, baratos y aceptables pero no se ha dado prioridad a su difusión, frente a productos de consumo mecánicos y/o bioquímicos que producen sustanciosos beneficios a sus productores.
  • No se aprovecha el potencial que tiene la PFN al promover la responsabilidad compartida y la equidad entre varones y mujeres ante la toma de decisiones en sexualidad.
Negocios afines al aborto: píldora del día después, venta de mecanismos portátiles de aspiración manual para realizar abortos por personal no médico.
  • Se manejan cifras de muertes por abortos «inseguros» que no son comprobables.
  • Se afirma erróneamente que el aborto no se puede prevenir.
  • Mantienen erróneamente que legalizarlo impide el aumento de abortos y que no se asocia a efectos indeseados.
  • Pretenden que «se elimine el problema del aborto» favoreciendo su práctica en condiciones «higiénicas». Esto sería como plantear que la solución a las complicaciones de la mutilación genital femenina es realizarla en «condiciones higiénicas».
  • Se plantea el aborto como una forma de control de natalidad.
  • Se niega la evidencia científica que demuestra que el aborto produce enfermedad psiquiátrica en las mujeres que abortan.
  • Se niega la evidencia científica que demuestra la existencia de un ser humano desde el momento de la concepción.
  • Se olvida el aborto selectivo de fetos femeninos o de abandono de niñas ¿Favorece esto la equidad entre varones y mujeres?
Conveniencia política, ideológica: se aceptan interpretaciones partidistas y sectarias de la «salud reproductiva». Se basan fundamentalmente en la generalización de la contracepción y del aborto.
  • Se rechaza cualquier planteamiento o solución que pueda coincidir con la Iglesia católica basados en una supuesta «neutralidad ideológica», aunque dichas medidas hayan demostrado haber salvado millones de vidas cuando y donde se han puesto en práctica.

Jokin de Irala es doctor en Medicina (Universidad de Navarra) y doctor en Salud Pública (Universidad de Massachussets). Cristina López es doctora en Medicina (Universidad de Navarra).

____________________

(1) Jokin de Irala, Matthew Hanley, Cristina López. Propóntelo, propónselo, evitar el sida. Ediciones Universitarias Internacionales. Madrid (2006).
Agradecimientos: A Eva Fernández Micheltorena, documentalista del Instituto de Ciencias para la Familia, por su trabajo de documentación.

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