Ashiya. El envejecimiento de la población japonesa sigue su curso imparable, lo que presagia una crisis del sistema de seguridad social y el ensanchamiento de la brecha entre ricos y pobres. Según el Libro Blanco de 2008 “Aging Society”, el número de personas mayores de 75 años alcanzó 12,7 millones en 2007, lo que representa el 9,9% de la población total. Por otra parte, el número total de mayores de 65 años es ya de 27,46 millones, lo que equivale al 21,5% de la población.
El aumento de la esperanza de vida es sin duda positivo, pero el problema es el escaso reemplazo generacional. Un informe gubernamental publicado a primeros de mayo observa que el número de niños (de 14 años o menos), que ha venido declinando paulatinamente, es de 17,25 millones, apenas el 13,5% de la población del país. El gobierno en su informe declara que el número de niños es el más bajo desde 1908.
“Nos hemos convertido en una sociedad de ancianos con todas las de la ley”, declara el informe. Y añade: “El ritmo de envejecimiento ha alcanzado el más alto nivel [entre los países avanzados] en los comienzos del siglo XXI. Y se espera que entre en una fase que ningún otro país ha experimentado todavía”.
La población japonesa alcanzó un máximo de 128 millones en 2005 y empezó a disminuir desde entonces por una natalidad insuficiente para compensar los fallecimientos.
El informe pinta un sombrío panorama para Japón en 2050 cuando, con una población de menos de 90 millones, los mayores de 75 años serán una cuarta parte, y los mayores de 65, el 40%. Estas cifras contrastan con la proyección de la ONU, que estima un 16,2% de mayores de 65 años en 2050.
El punto de vista positivo es que la gente vivirá más tiempo. Según el estudio ministerial, en 2050 las mujeres vivirán un promedio de 90 años y los hombres, cerca de 84. Actualmente, la esperanza de vida es de 86 años para las mujeres y de 79 para los hombres.
El cambio demográfico que implica el descenso de la natalidad y el aumento de la esperanza de vida traerá consigo graves desajustes en el seguro de enfermedad, el sistema de pensiones, el mercado laboral, etc. Todos estos problemas figuran de forma destacada en el Libro Blanco. En 2005, por cada jubilado había 3,3 personas en activo, proporción que en 2050 bajaría a solo 1,3.
Para tratar de atenuar todos estos males, el gobierno ha tomado una serie de medidas, como subir la edad mínima de retiro de los 60 a los 65 años, insistir a las empresas que retrasen la jubilación hasta los 70 años y que contraten a personas de edad avanzada. Son bastantes los jubilados que desearían continuar trabajando y participar así de algún modo en la sociedad.
Más del 60% de los japoneses de la tercera edad piensan que están sanos, pero aproximadamente el mismo porcentaje va a los hospitales casi a diario. El número de postrados en cama va igualmente en aumento y a muchos de ellos los cuidan parientes de también avanzada edad.
A resultas del envejecimiento demográfico, se calcula que los costes médicos subirán desde unos 33 billones de yenes en el año fiscal 2006 a unos 55 billones en 2025, y que la parte correspondiente a los ancianos subirá a cerca de la mitad del gasto total. Para tratar de paliar las consecuencias de este aumento, el pasado abril el gobierno introdujo un nuevo sistema de seguro para los mayores de 75 años. A partir de ahora, tendrán que contribuir a sufragar sus gastos médicos con una cotización proporcional a sus ingresos que se deducirá de la pensión.
Se trata de un sistema complicado que muy pocos han entendido y que ha provocado muchas quejas. Tanto es así, que los partidos de la oposición presentaron el pasado 23 de mayo una propuesta de reforma y el gobierno ha prometido estudiar de nuevo ese plan.