Un genial prólogo cuenta cómo la familia Rivera se alejó de la música. Hace mucho tiempo, el tatarabuelo tomó la guitarra y se fue de casa en busca de fortuna; nunca volvió. El Día de Muertos, y por sorprendentes acontecimientos, se desentrañará un viejo misterio familiar.
Lee Unkrich (Toy Story 3) dirige este espectacular proyecto que es un homenaje a México y sus tradiciones. Unkrich ha recreado con esmero los altares de ofrendas, los caminos de flores y las fotografías de los difuntos que, en el Día de Muertos, embellecen los cementerios mexicanos. Algunos elementos de Coco recuerdan El libro de la vida, ya que ambas películas hablan de un viaje al mundo de los muertos; pero ahí termina el parecido. Se pueden apreciar influencias más claras de La novia cadáver de Tim Burton.
Coco comienza de un modo clásico, pero al cruzar el protagonista el umbral que separa nuestro mundo del más allá, la historia gana altura y profundidad: los colores se disparan, con ingenio se muestran al público celebridades mexicanas, desde Cantinflas a Frida Kahlo, pasando por Jorge Negrete, el Santo y tantos más, conocidos o no; y no sólo de México… La historia, por su parte, se hace más seria; el joven protagonista descubre que los familiares queridos siguen pendientes de los vivos, y que la familia y sus tradiciones son importantes; cada elemento que se incorpora a la historia le da fuerza y la impulsa, a un ritmo trepidante, hacia un final redondo y conmovedor.
Dado el tema de fondo, la música no podía faltar y es parte importante de esta narración, pero está supeditada a la historia, al igual que todos los hallazgos visuales, las voces de los actores o ese alarde de animación; porque Coco es una bella historia maravillosamente contada.