Hace tiempo que Netflix entendió que para seguir creciendo necesitaba crear contenidos propios y que estos fueran capaces de competir con las series de HBO, Fox o CBS. No les está yendo mal. Y la prueba son series como Stranger Things, Por trece razones o House of Cards, productos, todos ellos, que han contado con el respaldo de la crítica y el público. Es la razón por la que Netflix anunció su propósito de invertir mil millones de dólares en el año 2017 en producción propia.
En este camino de convertirse en una productora solvente y, al mismo tiempo, con una cierta entidad propia –no se trata de ser otra HBO– Netflix encontró un interesante filón: los héroes de Marvel. El cómic tiene un carácter episódico que es el rasgo principal de las series. Netflix empezó con éxito desarrollando la historia de Daredevil, un abogado ciego con capacidad de suplir la vista con un superdesarrollo del resto de los sentidos. Siguió de manera notable con Jessica Jones, una carismática investigadora con muy pocas ganas de salvar el mundo. La tercera serie de Netflix y Marvel fue Luke Cage, protagonizada por un exconvicto de raza negra y fuerza sobrehumana.
Luke Cage dio síntomas de un cierto estancamiento y el agotamiento se confirmó en la cuarta serie de Netflix-Marvel: pocos se mostraron indulgentes con el multimillonario monje budista experto en artes marciales que protagoniza Iron First. A pesar de este cierto declive, la alianza de Netflix con Marvel confirmaba dos cosas: la capacidad de la plataforma para producir series de calidad y el suculento material que posee Marvel para proporcionar héroes y villanos durante muchas temporadas.
Cuatro superhéroes
En realidad, las críticas –algunas tibias, otras definitivamente negativas– a Iron First no preocuparon demasiado a los responsables de Netflix, que tenían ya sus ilusiones puestas en un nuevo producto: una miniserie de 8 capítulos que uniría a los cuatro superhéroes en una titánica misión: salvar la ciudad de Nueva York de la destrucción total. La serie se estrena con una importante campaña publicitaria el 18 de agosto y han querido enseñar a la crítica los 4 primeros capítulos. Lo cierto es que, resumiendo mucho, The Defenders tiene muchos de los aciertos de las dos primeras series y sabe diluir los puntos débiles de las últimas. El guion es sencillo, pero tampoco se le puede pedir mucho más a una serie que reúne a cuatro personajes que ya conocemos. Los dos primeros episodios sirven para refrescar la memoria al espectador y hacer que los superhéroes se encuentren. La acción crece en el tercer capítulo y cabe presagiar que en la segunda parte de la miniserie sea la gran protagonista.
Quien no haya visto las series anteriores se puede perder un poco entre tanto personaje secundario, enemigos, archienemigos, novias o antiguos amantes… máxime cuando, en el mundo de los superhéroes, la muerte nunca fue un suceso definitivo. De todas formas, para evitar que el espectador menos experto se pierda del todo y desconecte, hay tramos de diálogos bastante contundentes que van aclarando la historia.
El valor de los episodios va de menos a más, de los dos primeros algo anodinos –donde además sorprende una breve secuencia sexual en el primero, que rompe el tono de los otros capítulos– a un tercero y cuarto mucho más absorbentes. También es cierto que en la serie pesa mucho el desigual carisma de los personajes. El interés de la historia sube como la espuma cuando Daredevil o Jessica Jones –especialmente esta última– protagonizan una subtrama y decae cuando entran en escena Luke Cage o Iron First. Otra que hace aumentar la tensión narrativa es Sigourney Weaver, y eso a pesar de que su personaje de villana esté peor desarrollado que otros. Pero su presencia añade solvencia a la serie.
En el apartado formal, la serie está mimada al detalle. No es una saga para adolescentes sino un producto adulto, un tanto oscuro, incluso trágico. Una historia de superhéroes que no acaban de asumir que lo son y con una gran cantidad de conflictos interiores. Para acompañar estos conflictos, la serie utiliza una estética muy cercana al cine negro, con una iluminación que juega con los tonos fríos, con un predominio de las secuencias nocturnas y los espacios minimalistas. La extraordinaria banda sonora de John Paesano –tan seria, tan oscura, tan dramática, tan elegante– envuelve bien un producto que confirma que la relación Netflix-Marvel tiene vida para rato.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta
|