Finalmente, en una gala algo premiosa y con un palmarés muy repartido, fue Argo la ganadora de los Oscar. La película dirigida por Ben Affleck –un thriller político con toques cómicos– consiguió el premio a la mejor película, mejor guión adaptado y mejor montaje. Tres valiosas estatuillas que la sitúan por delante de La vida de Pi, la otra ganadora de la noche, que consiguió el mayor número de premios, cuatro; pero tres de ellos técnicos (fotografía, efectos visuales y música original), al que se suma uno de los grandes: a Ang Lee como mejor director (en una categoría en la que, sorprendentemente, no figuraba el propio Affleck).
Quentin Tarantino puede estar orgulloso de los dos Oscar de Django desencadenado: guion original, del propio Tarantino, y actor secundario, para Christoph Waltz. Los miserables consiguió tres estatuillas: actriz secundaria (Anne Hathaway), maquillaje y mezcla de sonido. El Oscar a la mejor película extranjera fue para la demoledora Amor, de Michael Haneke, mientras que Pixar volvió a demostrar su poderío y se llevó el Oscar de animación por Brave.
Lincoln, La noche más oscura y El lado bueno de las cosas fueron las perdedoras de la gala. Las tres películas, muy nominadas, se fueron a casa con pocos premios. Dos tuvo Lincoln (merecidísimo galardón al mejor actor principal, para Daniel Day-Lewis, y diseño de producción); uno, La noche más oscura (edición de sonido, que compartió con Skyfall), y uno, El lado bueno de las cosas (mejor actriz principal, para Jennifer Lawrence). Anna Karenina, que optaba a cuatro Oscar, de los que el más importante era el de fotografía, recibió solo el de vestuario.
La nota más curiosa de la gala la protagonizó Michelle Obama, que entregó el Oscar a la mejor película. Aunque algunos criticaron el gesto, hay que reconocer que no dejó de ser oportuno que el gran premio del cine USA, otorgado este año a una película absolutamente proyanqui (de esas que terminan con himno y bandera), lo entregara la primera dama. Un auténtico y genuino The end.