Somewhere arranca con una larguísima escena: una carretera desierta y el sonido del motor de un coche circulando a toda velocidad. En los siguientes 15 minutos, un número de patinaje sobre hielo y dos bailes de dos recatadas conejitas en la habitación del hotel de un actor de cine. Conclusión: al actor le gustan las mujeres, ama la velocidad, tiene una hija que patina y, sobre todo, se aburre. La decisión de encadenar tediosos planos de larga duración sin apenas sentido narrativo es difícil de justificar, parece un capricho.
A pesar del León de Oro en Venecia –a la mejor dirección–, Somewhere decepciona. La realizadora deslumbró al público con la sobrevalorada pero interesante Lost in Translation y había rodado con brío una curiosa versión …
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