La inflación de películas de magos lleva directamente a la célebre y muy comentada paradoja de Chesterton. Es asombrosa la cuota de pantalla que ocupan la magia y sus aledaños. Si le sumamos los superhéroes y los vampiros, salen decenas de películas de esa temática.
Lo nuevo de Turteltaub es un traje a la medida de un Nicolas Cage venido a menos, que produce el mercader Bruckheimer, según el patrón de películas precedentes como La búsqueda.
Con un puntillo de guión histriónico y tontorrón, se nos cuenta la historia de un brujo procedente de los tiempos de Merlín, encargado de instruir a un joven de 2010 que ignora que es el elegido.
El argumento lo pueden completar ustedes con un pellizco de Los Inmortales por aquí, otro de Potter por allá y, entre medias, Matrix, La búsqueda y un puñado de series de TV. El potaje resultante no da mucho de sí, pero la puesta en escena es buena, y el guión es capaz de tomarse a broma el asunto, de manera que la cinta corre con fluidez y el espectador no se aburre.