Lucas tiene ocho años, se le mueve un diente y está a punto de salir de vacaciones con su madre, célebre pianista, y su hermana; su padre debe quedarse en casa porque ha surgido una importante oportunidad laboral. Lucas teme que el ratoncito Pérez no sepa encontrarle en el domicilio estival, una mansión que les ha alquilado el inquietante señor Penkoff, un empresario sin escrúpulos que ha contratado a la madre de Lucas para dar un concierto.
El primer largometraje del argentino Andrés G. Schaer es una digna continuación de Pérez, el ratoncito de tus sueños. Schaer ha tenido en su contra la falta del elemento sorpresa original. Por eso ha recurrido a una trama más complicada, que imprime ritmo a la historia. El resultado es bastante positivo. La película, sin pretensiones, funciona. Sabe que no puede competir con productos estrella de la calidad de Bolt, y no pretende hacer alardes; se limita a ser eficaz, saca el máximo partido de los recursos que tiene y combina bien el mundo real con el digital.
La historia gustará a los pequeños y resultará llevadera para los adultos que les acompañen al cine. Habla con naturalidad y gracejo de una familia unida frente a situaciones de abandono provocadas por la adicción al trabajo de ambos progenitores, y destaca la honradez infantil frente a la falta de escrúpulos en el mundo de los adultos.